martes, 15 de abril de 2008

Mujeres en la sombra (I)

¿Cuántas veces detrás de un gran escritor hay una gran mujer?

Me gustaría rendir homenaje a algunas de las compañeras y esposas que han estado al lado, a veces a la sombra, de grandes mitos literarios, y sin cuya valiosa aportación ellos no hubieran podido alcanzar la gloria y el reconocimiento de las generaciones posteriores.

MARÍA DE LA O LEJÁRRAGA


Y para empezar, nada mejor que hablar de María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla 1884-Buenos Aires 1974). Esta pobre mujer, esposa de un tipejo llamado Gregorio Martínez Sierra (1881-1947), representa probablemente el caso más claro y sangrante de expolio literario en nuestro país y seguramente en el mundo entero.

El tal Gregorio (ni siquiera se merece el tratamiento de don) fue tenido por uno de los principales dramaturgos españoles de principios de siglo XX. Las enciclopedias, diccionarios, catálogos, manuales, etc. le dedican un espacio más o menos amplio, pero su nombre es siempre obligado, a pesar de que, como han revelado investigaciones recientes, él no fue autor de ninguna de sus obras, sino que todas y cada una de ellas fueron escritas por su 1ª esposa (Martínez Sierra tuvo una relación posterior con la primera actriz de su compañía, Catalina Bárcena), pero fueron publicadas sin embargo a nombre de Gregorio, sin que éste, como queda dicho, interviniese prácticamente en ninguna de ellas.

Esta debía ser práctica frecuente en Gregorio Martínez Sierra, porque se las ingenió para que incluso el mismísimo Jardiel, en compensación a un favor que había recibido de él (proporcionarle algunos contactos en América), le inscribiera como co-autor de una de sus más exitosas comedias (ahora no recuerdo si fue Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Usted tiene ojos de mujer fatal), de forma que cada vez que esta obra se ha publicado o representado, parte de los beneficios generados han ido a parar al tal Martínez Sierra, sin que éste hubiera puesto en ella ni una miserable coma.

Pero volvamos a María de la O. De su extensa producción dramática (dramas, comedias y zarzuelas) cabe destacar La torre de marfil (1908), Primavera en otoño, Canción de cuna (1911), Vida y dulzura (en colaboración con Santiago Rusiñol) o el libreto de La vida breve, de Manuel de Falla, aparte de una importante actividad como traductora (Maeterlinck, Ibsen, Goldoni). De estas obras se decía que eran marcadamente feministas y que se caracterizaban por su delicadeza y sensibilidad, atribuyendo estas cualidades obviamente a la pluma del tal Gregorio. ¡Y tanto que lo eran! Como que estaban escritas por María de la O Lejárraga.

María de la O Lejárraga García era maestra, y en 1900 se casó con Gregorio Martínez Sierra, quizá buscando en el matrimonio una vía de escape para liberarse de la presión paterna y poder dedicarse a escribir. De hecho, sus primeras obras se las habían rechazado por ser mujer, de forma que, tras su matrimonio, su generosidad no le impidió cederle los honores a su esposo, apareciendo ella, si acaso, como mera colaboradora, si bien la mayor parte de su producción literaria fue publicada, como queda dicho, a nombre de su esposo, que de esta forma se llevó todos los honores por algo que legítimamente no le pertenecía. Únicamente una pequeña parte de la producción literaria de Mª de la O Lejárraga fue publicada directamente a su nombre.

Por si esto fuera poco, al fallecer Gregorio, a Mª de la O no se le reconocieron los derechos de autor de su marido, por lo que pasó grandes apuros económicos hasta su muerte, cuando tenía 90 años.

Pero aunque hoy en día ya se sepa toda la verdad, nunca se podrá reparar todo el daño y toda la injusticia cometida con esta mujer feminista y luchadora, que incluso llegó durante la Segunda República a ser diputada por Granada, ciudad con la mantenía una vinculación especial desde muy joven. Ojalá el nombre de su esposo desaparezca pronto de todos los diccionarios, enciclopedias y manuales de literatura.

© Juan Ballester

1 comentario:

  1. Comparto tu indignación, pero en parte me siento resignada, aunque no debería ser así. Muchos dicen, que la mujer antes no tenía libertad ni modo de expresión, ni voz, ni voto. Pero me parece una hipocresía. Hoy, a pesar de los avances y la supuesta "evolución social" con respecto a los sexos y su participación sociocultural, la mujer sigue teniendo el papel de antes, solo que ahora usa jeans y zapatillas. La moda puede cambiar, y también las costumbres, pero el pensamiento del hombre nunca lo va a hacer, y tampoco el de la mujer. Porque es algo instalado en la naturaleza del ser humano, que se formo en un proceso de miles de años, y que va tardar en cambiar, otros miles. Es reconfortable saber que hay hombres que piensan como vos, y a los que todavía les queda un poco de verdadero respeto por nosotras. Gracias!

    ResponderEliminar