Tú crees que con una sonrisa lo arreglas todo, ¿verdad? Crees que soy tonto, que no me doy cuenta de las cosas. Pues te equivocas. Hace tiempo que vengo espiándote, ¿sabes? Hace ya meses que, al llegar a casa siento tu aliento fatigado en mi cara, tu respiración entrecortada, tu mirada esquiva. Pero, no sé por qué, acabo por rendirme ante tus ojos de niña buena, me desarma esa forma condenada que tienes de mirarme y pienso que es mejor no decir nada; me fastidia tanto andar riñéndote por todo ... Lo único que quiero es descansar, sentarme en mi butaca tranquilo y olvidarme de todo. Pero encima tienes la desfachatez de hacerme zalamerías, de provocarme con tus movimientos, con tu cuerpo caliente e inquieto, con tu sonrisa dulzona. Decididamente, amiga mía, voy a tener que tomar cartas en el asunto de un modo serio. Ya no soporto más tanto disimulo, tanta fingida alegría, tanta mentira. Mañana mismo te dejo en la calle, ¿me oyes?, en la calle; así aprenderás a no comerte los chorizos de la nevera cuando salgo por la puerta, perra malcriada, ni te volverás a hacer pipí en la alfombra del salón. Mañana mismo te dejo en la calle y que te recoja otro si quiere, condenada, y cómo me miras como si nunca hubieses roto un plato, cómo sonríes suplicando perdón, cómo te frotas contra mi pierna moviendo el rabo para que te rasque el lomo, pero no, esta vez estoy dispuesto a cumplir mi palabra, perra maldita, pobrecita.
juan ballester
juan ballester
No hay comentarios:
Publicar un comentario