domingo, 13 de abril de 2008

Tipología del soneto (III)

Origen y evolución histórica del soneto (II)

En Inglaterra, fue Thomas Wyatt quien introdujo y adaptó la estrofa italiana hacia 1527, aunque mante­niendo el antiguo sistema rítmico inglés, con una pausa o hemistiquio en cada verso, que presen­taba un total de cuatro acentos básicos y una distribución de rima [ABBA ABBA CC DD EE]. Henry Howard, conde de Surrey, generalizó el empleo de un esquema ba­sa­do en tres cuartetos independientes con rimas cruza­das, más un pareado final [ABAB CDCD EFEF GG], fór­mula que será conocida como 'esquema inglés o isabe­lino' y que es la prediminante en los sonetos escri­tos en dicha lengua. Aunque cayó en desuso du­rante algunas déca­das, alcanzó su máxima expresión a finales del s. XVI con los ciclos escritos por Si­dney (quien empleó sin em­bargo una octava para los ocho primeros versos y un sexteto para los seis úl­timos), Spenser (que em­pleó el esquema [ABAB BCBC CDCD EE], llamado también soneto ligado o spense­riano), y Shakes­peare, con­siderado uno de los maestros universales del género. Durante el s. XVII fue cul­ti­vado con éxito por Donne, Herbert y Milton, quien volvió al modelo italiano. Su uso decayó hasta finales del s. XVIII en que fue revitaliza­do por Gray, Cowper y William Bowles. En el s. XIX fue reto­mado por los poetas románticos, entre ellos Wordsworth y Keats. Posteriormente hi­cieron uso de esta forma poética, entre otros muchos, Gerard Manley Hopkins, Oscar Wilde, Wystan Auden, los estadounidenses Countee Cullen y Edwin A. Robinson, el irlandés Paul Muldoon o el escocés Robert Garioch. Mención aparte merece Merrill Moore, quien escribió al parecer unos 50.000 sonetos (!!!), lo que, de ser cierto, constituiría un caso único en la historia de esta composi­ción poética, aun cuando su valor literario sea por lo visto escaso.

En Francia, ya Clément Marot había escrito en 1529 algunos sonetos, hoy casi olvidados, y también hay testimonios de sonetos en versos decasílabos (Mellin de Saint-Gelays). Sin embargo, debido a las ca­rac­terísticas fonéticas de su lengua, y gracias sobre todo a Malherbe, acabó por im­ponerse el soneto en versos alejandrinos y finales agudos, siendo la distribución usual de los ter­ce­tos [CCD EED]. Durante el s. XVI, los poetas inte­grantes de la deno­minada Pléïade hicie­ron uso abundante de esta forma poética, (Ronsard, Desportes), reviviendo incluso las series de sone­tos a la manera de Petrarca (así «L'Olive», de du Bellay). En el s. XVII destacan nombres como d'Urfé, Louvencourt, Viau o Voiture. Poste­rior­mente, al igual que sucedió en otras literatu­ras, el soneto decayó considerablemente tanto en cantidad como en cali­dad, hasta que fue reha­bilitado en el s. XIX por Sainte-Beuve y sobre todo merced a los poetas parnasia­nos y simbo­listas, entre ellos, Leconte de Lisle, José-Mª de Heredia, Baudelaire o Verlaine. Du­rante el s. XX, en cambio, no ha sido una composición demasiado relevante, siendo de destacar si acaso los sa­lidos de la pluma de Charles Péguy.

Por lo que respecta a Portugal, también el soneto al­canzó gran im­por­tancia durante la época del Rena­cimiento merced a Sá de Miran­da, Camôes (que compuso 164 sonetos en su lengua natal y dos en castella­no) o Antonio Ferreira, y en la época barroca gracias a Violante do Céu, Vas­concelos, Nunes da Silva o Pina e Melo. En época neoclásica hay que des­tacar a Manuel Mª du Bocage, y ya más cerca de nosotros fueron excelentes sonetistas Antero de Quen­tal, Florbela Espanca, o los brasileños Cruz e Souza, Augusto dos Anjos y Alberto de Oliveira.

En Alemania, el soneto fue introducido a principios del s. XVII por Weckherlin y Opitz, ba­sándose en los modelos franceses, y, aunque esta forma poética go­za de menor arrai­go, hay tam­bién excelentes mues­tras del género en épocas poeteriores: en el s. XVII, a cargo de Paul Fleming o Andreas Gryphius; en el XVIII, de Burger, Goethe o Hölderlin; en el XIX, de Schlegel, Arnim, Rilke, Heyse, Eichendorff o Platen, y en el XX, de Walter Benjamin, Brecht, Heym o Weinheber.

También el poema de catorce versos por excelencia ocupa su lugar, más o menos relevante, en el resto de las literaturas de la órbita occi­dental, que vamos a enumerar sucintamente:

En Grecia, el soneto fue introducido en Chipre hacia 1560, siendo apreciables culti­vadores del géne­ro au­tores tan poco conocidos para nosotros como Kostís Palamás, Lorenzo Mavilis, Konstantinnos Theoto­kis o Ioanis Gryparis.
Dentro del panorama de las letras yugoslavas, apenas si hay nombres que citar como autores de sone­tos. Entre los pocos que han empleado esta forma poética figuran el bosnio Skender Kulenovic o el serbio Branko Miljkovic. Mención aparte merece France Preseren, figura cumbre de la poesía eslovena, autor de va­rias series de sonetos, de dife­rente temática.
En la literatura búlgara, hay que destacar los nombres de Konstantin Velickov y Stojan Mi­hajlóvski, ambos a caballo entre los s. XIX y XX.
En cuanto a Rusia, las primeras manifestaciones de cierta calidad se deben a Mihail Jeráskov y Anton Délvig. Entre los poetas posteriores que han cultivado el género, no demasiado abun­dante por otra parte, sobresale Viacheslav Ivanov.
De los sonetistas checos y eslovacos cabe mencionar a Jan Kóllar y Josef Sládek entre los primeros, y a Pavol Ors­zágh-Hviezdoslav entre los segundos.
En la literatura serbo-lusaciana, un excelente cultivador del género fue Jakub-Bart Cisinski.
En Polonia, han escrito un importante número de sonetos, entre otros autores, Sebastian Gra­bo­wiecki y Adam Mickiewicz.
En Suecia, el introductor de la forma poética que nos ocupa fue Skögekar Bärgbo (seudónimo de Schering Rosenhane), y posteriormente han compuesto sonetos, entre otros, Olof Wexionius, Erik Johann Stag­nelius o Carl Snoilsky.
En Noruega, cabe resaltar los salidos de la pluma de Johann Sebastian Welhaven.
Por lo que respecta a la literatura neerlandesa, durante el Barroco hubo algunos sonetistas de cierta im­portancia, como Lucas de Heere, Bredero y sobre todo Pieter Corneliszoon Hooft, a quien se debe el per­fec­cionamiento de la estrofa en Holanda. Modernamente cabe destacar a Johan Andreas der Mouw, Gerrit Achterberg o Jan Kuyper.

Respecto a los sonetistas en lengua catalana, los primeros testimonios se deben a Pere To­rroellas a me­diados del s. XV, que tuvieron muy poca repercusión entre sus contemporáneos. Durante el s. XVI cabe mencionar los sonetos italianizantes de Pere Serafí, y en el XVII, los de Francesc Fontanella. Entre los poetas modernistas, sobresale Joan Alcover. Durante el Nou­cen­tisme debe destacarse fundamental­mente la figura de Josep Carner, y, más recientemente, la de J. V. Foix o Carles Riba.
Por lo que se refiere a las letras gallegas, se conservan un par de sonetos anónimos del s. XVI y dos de autor conocido del s. XVII. El s. XVIII no es menos desolador en este aspecto, con un único ejemplo. No es hasta la primera mitad del s. XX cuando encontramos los primeros culti­va­dores del género de cierta calidad, como Antonio Noriega Varela o Aquilino Iglesia.

© Juan Ballester

No hay comentarios:

Publicar un comentario