- Por su carácter autónomo. El soneto es un poema cerrado en sí mismo aunque aparezca a veces formando parte de composiciones de mayores dimensiones, como sucede en buena parte de las obras dramáticas del Siglo de Oro posteriores a Lope de Vega, o como eslabones engarzados para formar series o secuencias de sonetos. Pero aun en esos casos excepcionales, casi siempre será susceptible de ser extraído de su contexto sin perder sentido ni el propio soneto ni el resto de la obra de la que forma parte.
Entre las escasísimas excepciones a lo anteriormente dicho, cabe citar algunos poemas del libro «La máscara y los dientes», de Rafael Morales (en donde el soneto pasa a ser un simple grupo de cuatro estrofas, junto a un grupo más o menos extenso de versos libres) o el extenso poema titulado «La estancia vacía», de Leopoldo Panero. En él se incluyen tres sonetos independientes (es decir, separados de los versos anterior y posterior por un espacio en blanco, que también separa cada una de las estrofas), y otro soneto cuyo primer verso ("del mar recién mirado. Veo ahora") tiene una primera parte ("del mar recién mirado"), que corresponde al final de una larga estrofa anterior sin rima, y una segunda, presentada tipográficamente en renglón independiente ("Veo ahora") que rima ya con el cuarto, quinto y octavo del soneto. También hay algún caso en donde el soneto es empleado como estrofa, como en el poema «Dos vidas», (1922) de William Ellery Leonard, o en el «Homenaje andaluz a Rafael Alberti», de Rafael Montesinos, en el que se introducen cuatro estrofas entre los cuartetos y los tercetos y otras ocho al final de éstos.
Pero la regla general, como hemos dicho, es que el soneto no pierde su autonomía aunque se integre en series o agrupaciones más o menos amplias sobre un mismo tema, o aunque se escriban encadenados, como la «Sátira contra los que dejan los metros castellanos y siguen los italianos», de Cristóbal de Castillejo, en el que se incorporan tres sonetos contra Garcilaso y Boscán. En estos casos, cada uno de los sonetos que componen el conjunto puede ser y de hecho casi siempre es independiente de los demás y perfectamente inteligible por sí mismo.
Ello no quiere decir, sin embargo, que podamos alterar el orden de los sonetos determinado por su autor. Así, en «Astrophil and Stella», de Sidney, la sucesión de sonetos forma una narración o relato dramatizado, de tal forma que la ruptura del orden establecido llevaría a una errónea interpretación de algunos de ellos. Lo mismo sucede con la mayoría de las secuencias de sonetos, que permiten una lectura individualizada pero no una variación aleatoria de sus componentes.
© Juan Ballester
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