lunes, 26 de mayo de 2008

Tipología del soneto (XI)

Importancia del soneto en la literatura occidental (III)

- Por su carácter autónomo. El soneto es un poema cerrado en sí mismo aunque aparezca a veces for­mando parte de com­posi­ciones de ma­yores dimen­sio­nes, como sucede en buena parte de las obras dra­máticas del Siglo de Oro posteriores a Lope de Vega, o como eslabones engarzados para formar series o se­cuencias de sonetos. Pero aun en esos casos excepcionales, casi siempre será susceptible de ser ex­traído de su con­texto sin perder sentido ni el propio soneto ni el resto de la obra de la que forma par­te.
Entre las escasísimas excepciones a lo anteriormente dicho, cabe citar algunos poemas del libro «La máscara y los dientes», de Rafael Morales (en donde el soneto pasa a ser un simple grupo de cuatro estrofas, junto a un grupo más o menos extenso de versos libres) o el extenso poema titulado «La estancia vacía», de Leopoldo Panero. En él se incluyen tres sonetos inde­pen­dientes (es decir, separados de los versos anterior y posterior por un espacio en blanco, que tam­bién separa cada una de las estrofas), y otro soneto cuyo primer verso ("del mar recién mirado. Veo ahora") tiene una primera parte ("del mar recién mira­do"), que corresponde al final de una larga estrofa anterior sin rima, y una segunda, presen­tada tipo­grá­ficamente en ren­glón inde­pen­diente ("Veo ahora") que rima ya con el cuarto, quinto y octa­vo del soneto. También hay algún caso en donde el soneto es empleado como estrofa, como en el poema «Dos vidas», (1922) de William Ellery Leonard, o en el «Homenaje andaluz a Rafael Alberti», de Rafael Montesinos, en el que se introducen cuatro estrofas entre los cuartetos y los tercetos y otras ocho al final de éstos.

Pero la regla general, como hemos dicho, es que el soneto no pierde su autonomía aunque se integre en series o agrupaciones más o menos amplias sobre un mismo tema, o aunque se escriban encadena­dos, como la «Sátira contra los que dejan los me­tros castellanos y siguen los ita­lianos», de Cristóbal de Castillejo, en el que se incorporan tres so­ne­tos contra Garcilaso y Boscán. En estos casos, cada uno de los sonetos que componen el con­junto puede ser y de hecho casi siem­pre es inde­pen­diente de los demás y per­fec­tamen­te inteligible por sí mismo.

Ello no quiere decir, sin embargo, que podamos alterar el orden de los sonetos determinado por su autor. Así, en «Astrophil and Stella», de Sidney, la sucesión de sonetos forma una narra­ción o relato dramatizado, de tal forma que la ruptura del orden establecido llevaría a una errónea interpretación de algu­nos de ellos. Lo mismo sucede con la mayoría de las secuencias de sonetos, que permiten una lectura indi­vidualizada pero no una variación aleatoria de sus componentes.
© Juan Ballester

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