A veces una simple hortaliza tiene mucho más jugo que el que se puede extraer con la utilización de procesos mecánicos, y un buen ejemplo de ello es el tomate.
Parece obvio a estas alturas recordar que el tomate es un vegetal oriundo de América, que permite consumirse de muy diversas formas: en estado natural, bien sea entero, en rodajas, a trozos, restregado por una rebanada de pan, o en zumo; y por supuesto una vez triturado es un aderezo ideal para un sinfín de platos, desde el socorrido huevo frito hasta la carne, el pescado o la sopa. Pero hay más, mucho más detrás de este simpático y llamativo vegetal.
Posiblemente sea su color rojizo lo que ha hecho del tomate uno de los vocablos más llenos de sentido metafórico. En primer lugar, es fácil asociarlo con la sangre. ¡Cuántas veces la salsa de tomate habrá servido para imitar o referirse al preciado líquido que corre por nuestras venas! Y ¿quién no ha oído decir de alguien que, al ruborizarse, es decir, al subirle la sangre a las mejillas, se ha puesto rojo como un tomate?
Pero no acaban aquí las alusiones a su color. Podemos encontrar similitud entre el tomate y el estado en que queda un ojo después de haber sufrido un fuerte golpe. En este caso, además, no es ajena a esta comparación la forma que adquiere la hinchazón que suele acompañar a esta clase de accidentes.
Por otra parte, el tomate es también una forma de expresar admiración. Podemos decir "¡Tomate!" en un sentido equivalente a "¡cáscaras!", "¡caramba!" o tantas otras expresiones pintorescas, lo que no deja de ser curioso puesto que un tomate no tiene demasiado que ver con lo sorprendente. También, parodiando la letra de una canción, se suele aplicar la frase "No me mates con tomate" para referirse a alguna idea descabellada o a algo que causa enojo o desencanto.
Igualmente, cuando queremos referirnos al meollo de algún asunto, o a alguna cosa liosa o poco clara decimos que eso tiene tomate. En similares términos, cuando se produce gran jaleo o confusión, o más específicamente una pelea o riña, sobre todo tumultuaria, se dice que ha habido o va a haber tomate.
El tomate, en apariencia tan inocente, se ha convertido así mismo en no pocas ocasiones en un elemento para expresar desagrado, en un arma arrojadiza ideal para toda clase de mítines, estrenos teatrales o espectáculos deportivos, expresando la repulsa o el rechazo popular hacia algo o alguien. ¿Hay algo moral y físicamente más humillante que el lanzamiento de tomates?
Para este cometido se ha tenido en cuenta dos de las virtudes del tomate, como son, por un lado, su fragilidad y su capacidad para ensuciar (y por eso los ejemplares grandes y blandos, los más maduros, resultan los más preciados), y por otro, su tamaño manejable y su imposible detección por los dispositivos de seguridad.
Un tomate también sirve para referirse a algo tan prosaico como un roto en una prenda de punto, especialmente en un calcetín, probablemente debido a su forma redondeada e irregular.
Existe por último otra acepción de la palabra tomate, quizá menos conocida. El diccionario nos dice que se llama tomate a un juego de cartas parecido al julepe, con lo que, además de alimentarnos y sernos de utilidad, el tomate es incluso capaz de llenar nuestras horas de ocio.
© Juan Ballester
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