viernes, 18 de julio de 2008

Cenicienta Revisited


Cenicienta estaba triste. Otra vez se celebraba una fiesta en Palacio, y otra vez, como siempre, la que mejor bailase obtendría como recompensa el pasar una temporada en compañía del apuesto príncipe.
Ella, por supuesto, también podía participar, como todas las demás muchachas del reino, faltaría más, pero era tan torpe, tan tosca, se sentía tan fea y tan poca cosa que, como siempre, a las primeras de cambio le tocaría abandonar el salón y renunciar a su sueño de alzarse con el codiciado premio.
¡Con qué envidia miraba a las otras participantes, tan hermosas, tan seguras de sí mismas, tan orgullosas llegando a Palacio en lujosos carromatos y con una multitud de admiradores y de incondicionales que las apoyaban y respaldaban. Ella en cambio, por no tener no tenía ni vestido adecuado, y sólo la compañía de dos pequeños ratones entusiastas le consolaba a duras penas de su triste destino.
Pero en esas apareció un brujo, salido de no se sabe dónde, y mirando fijamente a la Cenicienta, le dijo: “Si te lo propones y tienes fe en ello, serás la más hermosa y triunfarás en la fiesta. Es cuestión de que confíes en ti misma”. Y como ella no parecía muy convencida de las palabras de aquel hombre de aspecto tosco y rudo, éste le hizo beber de una pócima gracias a la cual su pobre indumentaria se transformó en un lujoso vestido, sus raídas alpar­gatas en preciosos zapatos de cristal e incluso una insignificante calabaza que había en medio del campo pasó a con­vertirse en la más lujosa carroza que hasta ese mo­mento se había visto. Y esos insignificantes ratones que la animaban, con­ver­tidos de la noche a la mañana en briosos corceles, la condujeron hasta la puerta misma del Palacio.
Y de esta forma se presentó Cenicienta en el salón y dio comienzo el baile, ante la incre­du­lidad de su madrastra y sus hermanastras, que, recelosas, no daban crédito a lo que es­ta­ban viendo. ¿Cómo podía aquella andrajosa estar causando sensación, maravillando a propios y extraños? ¿De dónde había sacado esas habilidades, esa elegancia, ese saber estar? Y es que Cenicienta bailó y bailó y fue triunfando ante cada una de las adver­sarias que trataban de hacerle sombra, incluso ante las más experimentadas. Y el apuesto príncipe, que la contemplaba en silencio, empezó a desear interiormente que fuese aquella muchachita tímida y encan­tadora la que final­mente le acompañase como dama de honor durante esa larga temporada, hasta que se celebrase la próxima fiesta y se coronase a otra reina.
Y efectivamente, tal y como le había augurado aquel sabio huidizo y un poco casca­rrabias, ella fue la sorprendente y brillante vencedora aque­lla noche mágica. Agasajos, felicitaciones, aplausos y sonrisas la rodeaban por doquier y ella se mostraba exultante de gozo, con sus zapatos de cristal y cogida del brazo del príncipe. Y era justo reconocer que sin la ayuda del mago jamás hubiera podido lograrlo. Y ¿dónde estaba el mago, por cierto? Y en ese momento recordó también unas extrañas palabras que aquel hombre había venido pronunciando desde que se propuso ayudar a Cenicienta: “Pero recuerda, al llegar las doce, todo volverá a ser lo que era antes”.
La comitiva principesca había salido al jardín, junto al bosque, a disfrutar de la noche, justo en el momento en que en el viejo reloj del campanario empezaban a sonar las doce campanadas. Y tal y como había vaticinado aquel sabio, en ese preciso momento el precioso vestido se tornó en andrajos, los zapatos de cristal recobraron su apariencia de alpargatas y Ceni­cienta volvió a ser la pordiosera de siempre, aunque, eso sí, como había sido la flamante vencedora en el baile, tenía derecho a disfrutar de la compañía del príncipe durante los cuatro años que oficialmente iba a durar su reinado.

Glosario de términos ambiguos:

La Cenicienta = La selección española de fútbol
El baile = La Eurocopa de Selecciones Nacionales
El príncipe = La copa, la gloria
Los ratones =
La afición española
El brujo = El seleccionador, Luis Aragonés
El zapato de cristal = Un juego bonito y efectivo
La pócima = Autoconfianza, compañerismo, perseverancia
Las doce = Fecha en que terminó el contrato de Luis Aragonés
La madrastra = La UEFA
Las hermanastras = Las selecciones rivales
El bosque = Vicente del Bosque
© Juan Ballester

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