Me mira y no sospecha que muero lentamente,
que necesito un verso que me rime la vida,
un abrazo sin prisa que anestesie la herida,
una mirada pura, un susurro envolvente.
Me mira y no imagina que ando entre la gente,
como alma en purgatorio, buscando una salida;
que me encierro en mi misma, que me siento perdida.
Su fría intransigencia me vuelve indiferente.
Me mira y ya no siento la mariposa alada
que moraba en mi pecho. Ahora soy de piedra,
y una estatua de roca ni ama ni es amada.
Tan sólo queda vivo mi corazón de loca
que ansía un sueño etéreo: un príncipe y un hada,
y él rompa el maleficio con un beso en mi boca.
© Ana Álvarez (Khala)
jueves, 28 de agosto de 2008
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