jueves, 4 de septiembre de 2008

Extranjerismos del lenguaje cotidiano

El substrato lingüístico de todo idioma está integrado por un conjunto hete­rogéneo de palabras provenientes de distintos ámbitos geográficos y culturales. Y a menudo son necesarios muchos años para que tales palabras, incorporadas con rapidez al habla cotidiana (generalmente a través de los medios de comuni­cación social y escrita), obtengan el reconocimiento oficial de la Real Academia Española. Otras, afortunadamente, no son incorporadas nunca al acervo cultu­ral del propio idioma.
Este fenómeno es positivo, cuando se trata de incorporar palabras o ex­pre­siones que no se corresponden a ninguno de los campos semánticos existen­tes con anterioridad. Así, sería ridículo tratar de referirse a los componentes inter­nos de un ordenador - los populares PCs - utilizando una interminable serie de cir­cunloquios que incluso serían incapaces de definirlos correctamente, y lo mismo cabe afirmar respecto de muchísimos otros aparatos surgidos a raíz de la moder­na tecnología, o a los cientos de expresiones relacionadas con los innumerables deportes inventados más allá de nuestras fronteras. De hecho, por poner un ejem­plo, la palabra fútbol (castellanización del término inglés foot-ball) nos resulta tan cotidiana que casi causa extrañeza cuando se utiliza el castizo "balompié", a pe­sar de que algunos equipos (mal llamados clubs) con solera y tradición en este deporte (Betis, Albacete y Linense, entre otros) han incorporado este último térmi­no a sus siglas.
Y a pesar de su dificultad fonética o su escasa belleza plástica, es incluso admisible incorporar a nuestro idioma palabras tan extrañas como fax, sandwich, compact-disc, stop, etc., dado que su significado no es exactamente equivalente a los posibles sinónimos existentes en nuestro idioma. El tiempo se encargará de castellanizar estas palabras, o tal vez conserven su grafía actual. En todo caso, son incorporaciones que enriquecen el idioma, como en su momento sucedió con muchos términos árabes, o, mucho tiempo después, germánicos, ingleses, fran­ceses, etc.
El problema, sin embargo, estriba en la utilización indiscriminada de una serie de neologismos importados - en definitiva, barbarismos - por simple desco­nocimiento de la riqueza de nuestro propio lenguaje.
No es casualidad que la mayoría de estos neologismos inútiles provengan del inglés, por aquello del actual imperialismo yanqui. Y algunos casos de esta pe­ligrosa intromisión son casi de juzgado de guardia. Llamar pin a una insignia, es no sólo una estupidez, sino un atentado contra la belleza de la lengua castella­na. Lo mismo sucede cuando, para referirnos al deporte de la canasta, lo deno­mi­namos basket, puesto que la palabra "baloncesto" tiene exactamente el mismo significado. Y así podría citarse una interminable lista: Top-model (modelo de lujo), pack (paquete), snack (tentempié), mountain-bike (bicicleta de montaña), footing (carrera pedestre), jogging (idem); mister (entrenador), off-side u "orsay" (fuera de juego), boom (auge), de alto standing (de lujo), casting (prueba), mailing (buzoneo), okey (de acuerdo), pub (cafetería generalmente con música), panties o pantys (medias femeninas), fair-play (juego limpio), top (corpiño, cumbre), spot (anuncio publicitario), christma o "crisma" (felicitación navideña), light (ligero, sin lo-que-sea), clip (broche), hall (recibidor), broker (intermediario), etc.
A veces, sin existir palabra exactamente igual, podemos referirnos al térmi­no deseado con un simple y pequeño rodeo. Tan malo es utilizar un lenguaje farra­goso como ser parco en palabras. Y así, en lugar de hablar de cursiladas tales como body, videoclip o hacer zapping, podríamos decir "bañador ceñido que se puede abrir por debajo", "canción promocional para televisión", o "cambiar de canal constantemente".
Es impresionante la cantidad de términos importados al tuntún que infectan nuestro idioma: escanear, fast-food, jeans (pronunciado yins), parking, beautiful people, jet set, interviuvar, hi-fi, tournée, etc.
No obstante, muchos de éstos han sido ya admitidos por la Real Academia Española, si bien con grafía castellanizada : suéter, tique, güisqui, interviú, etc., aunque sería más correcto decir justificante, entrevista, etc.


En definitiva: ¿Extranjerismos? Sí, pero, please, con moderación y sólo cuando no haya más remedio.

© Juan Ballester

1 comentario:

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