Sediento estoy de vida, de romper las cadenas
que me aferran a un suelo polvoriento y cansino.
Sediento estoy de brisas que alivien mi camino
y de frescos arroyos y de fuentes amenas.
Sediento estoy de abrazos que me estrechen cordiales,
que acompañen los pasos que aumenta la distancia,
transportándome al cabo a mundos de la infancia
que no saben de cardos o falta de ideales.
Sediento estoy de voces mensajeras y amigas,
de ecos que derroten el silencio que impera,
sediento estoy a fuerza de prolongar la espera
tejiendo hilos de araña en mis campos de ortigas.
Sediento estoy de besos que alumbren las mañanas,
que enardezcan mis venas y aniden en mi boca,
sediento estoy, sediento, de acabar esta loca
travesía que cubre de soledad mis canas.
© Juan Ballester
viernes, 3 de octubre de 2008
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