Pocas críticas favorables ha recibido esta adaptación, a pesar de contar con algunos excelentes intérpretes y con un realizador en horas bajas, pero responsable de títulos clave en la cinematografía patria (recordemos, entre otros, El clavo, La calle sin sol, El beso de Judas, El hombre que se quiso matar, y por supuesto Eloísa está debajo de un almendro).
Desde luego lo peor de la cinta es sin duda el reparto de los personajes principales (Carmen Sevilla y Andrés Pajares), cuyo problema es que no dan la talla como actores, lo cual es un lastre demasiado pesado a lo largo de toda la película. Tampoco destaca precisamente Mónica Randall en el siempre complicado papel de Pupé (una de las criadas de Jardiel más emblemáticas, junto con la Mónica de Blanca por fuera y rosa por dentro o la Práxedes de Eloísa…). Algo mejor, aunque dentro de ese nivel gris, se muestra Jaime de Mora y Aragón en su condición de marido.
Por el contrario, es prodigiosa la interpretación de Fernán-Gómez, que consigue un maravilloso doctor Cumberri, así como de algunos secundarios de lujo (sobre todo el impagable José Orjas, la siempre genial Guadalupe Muñoz Sampedro, o el simpático y algo bobalicón Manolo Gómez-Bur).
La película es relativamente fiel al texto original, aprovechando, claro está, las posibilidades que brinda el celuloide en lo que se refiere a exteriores, efectos, etc. Argumentalmente, la principal diferencia entre esta adaptación y la comedia de Jardiel es el detalle del final, el clímax que diría el propio don Enrique, cuando Cumberri, por un despiste de los suyos, hace al marido (¿o era al amante?, ahora mismo hablo de memoria y no estoy seguro de quien de los dos es) pasar la noche con Pupé, episodio que en el film es sustituido por la fuga de Carmen Sevilla mientras el amante se halla enfrascado en escribir una novela, y la posterior aparición en su vivienda del tipo que ella hacía pasar por su esposo a los ojos de su amante, personaje que por supuesto en el original no interviene en la escena aun cuando se hace mención a él.
Y sobra desde luego toda la nauseabunda escena del barco, con cancioncita cursi incluida, que no añade nada a la película sino más bien al contrario, resulta aburrida y empalagosa, pero que supongo que debió añadirse para lucimiento (?) de Carmen Sevilla.
En suma, no es ni muchísimo menos una buena adaptación de Jardiel, y no es aventurado afirmar que se trate de una de las películas más flojas de Rafael Gil.

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