sábado, 24 de enero de 2009

Poemas de Gutierre de Cetina

Aires süaves, que mirando atentos
escucháis la ocasión de mis cuidados,
mientra que la triste alma acompañados
con lágrimas os cuenta sus tormentos,

así alegres veáis los elementos,
y en lugares do estáis enamorados
las hojas y los ramos delicados
os respondan con mil dulces acentos.

De lo que he dicho aquí, palabra fuera
dentre estos valles salga, a do sospecha
pueda jamás causarme aquella fiera.

Yo deseo callar, mas ¿qué aprovecha?:
que la vida, que ya se desespera,
para tanto dolor es casa estrecha.

* * *

¡Ay dulce tiempo por mi mal pasado,
en el cual me vi yo de amor contento!
¡Cómo se fue volando con el viento
y sola la memoria en mí ha quedado!

¡Ay, triste tiempo lleno de cuidado,
de dolor y pesar, pena y tormento!
¿Quién hace así tardar tu movimiento?
¿Cómo vas tan despacio y tan pesado?

Si tanto bien no mereció mi suerte,
¿cuál desdicha ordenó, que lo gustase?
Y si era bien, ¿para qué fue mudable?

Y si había de venir un mal tan fuerte
tras él, para que más me lastimase,
¿por qué es mi mal más que mi bien estable?

* * *

Bastar debiera, ¡ay, Dios!, bastar debiera,
señora, el ser crüel, áspera y dura,
sin que por adornar la hermosura
que al mundo es hoy un sol, tal nombre os diera.

Bastar debiera, ¡ay, Dios!, mostraros fiera
siempre a la obstinación de mi locura,
sin que por la color mi desventura
de nueva crüeldad temor tuviera.

Si queréis que a entender me dé el vestido
cuál es la condición esquiva y dura,
volveldo del revés y será cierto:

lo encarnado crüel quede escondido,
mostrad lo blanco que es limpieza pura;
será el engaño así más encubierto.

* * *

Como garza real, alta en el cielo,
entre halcones puesta y rodeada,
que siendo de los unos remontada,
de los otros seguirse deja al vuelo;

viendo su muerte acá bajo, en el suelo,
por ocultar virtud manifestada,
no tan presto será de él aquejada
que a voces mostrará su desconsuelo.

Las pasadas locuras, los ardores
que por otras sentí, fueron, señora,
para me levantar remontadores;

pero viéndoos a vos, mi matadora,
el alma dio señal en sus temores
de la muerte que paso a cada hora.

* * *

Como la obscura noche al claro día
sigue con inefable movimiento,
así sigue al contento el descontento
de amor y la tristeza al alegría;

sigue al breve gozar luenga porfía,
al dulce imaginar sigue el tormento,
y al alcanzado bien el sentimiento
del perdido favor que lo desvía.

De contrarios está su fuerza hecha;
sus tormentas he visto y sus bonanzas,
y nada puedo ver que me castigue.

Ya sé qué es lo que daña y aprovecha;
mas ¿cómo excusará tantas mudanzas
quien ciego tras un ciego a ciegas sigue?

* * *

Como la simplecilla mariposa
a torno de la luz de una candela
de pura enamorada se desvela,
ni se sabe partir, ni llegar osa;

vase, vuelve, anda y torna y no reposa,
y de amor y temor junto arde y hiela,
tanto que al fin las alas con que vuela
se abrasan con la vida trabajosa;

así, mísero yo, de enamorado,
a torno de la luz de vuestros ojos
vengo, voy, torno y vuelvo y no me alejo;

mas es tan diferente mi cuidado
que en medio del dolor de mis enojos
ni me acaba el ardor, ni de arder dejo.

* * *

Contento con el mal de Amor vivía,
habiendo el alma en él hábito hecho;
su daño principal ni su provecho
no me alteraba ya, ni lo sentía.

Hora ha querido la desdicha mía
con otro nuevo mal herirme el pecho;
éste me desbarata y me ha deshecho,
mientras menos del otro me temía.

Como enfermo que está ya confiado
que no puede morir de un mal que tiene,
por haberse en el uso así guardado,

cualquier nuevo accidente que le viene,
diferente de aquel que había pensado,
le hace recelar más que conviene.

* * *

Cual doncella hermosa y delicada
que en verde prado está, de flores lleno,
el ánimo del mal de amor ajeno,
teniendo una guirnalda descuidada,

estando en su labor toda ocupada,
fría serpiente se le entró en el seno,
y apenas se apercibe del veneno,
que en el alma la siente atravesada,

descuidada se andaba el alma mía,
recreándose sola entre las flores
que en el prado de Amor había cogido,

cuando turbarse vio la fantasía
y entrar helado entre el ardor de amores
un áspide celoso en el sentido.

* * *

Cuando a contemplar vengo el curso breve
desta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquel que morir debe,

viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.

Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,

que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.

* * *

¿En cuál región, en cuál parte del suelo,
en cuál bosque, en cuál monte, en cuál poblado,
en cuál lugar remoto y apartado
puede ya mi dolor hallar consuelo?

Cuanto se puede ver debajo el cielo,
todo lo tengo visto y rodeado;
y un medio que a mi mal había hallado
hace en parte mayor mi desconsuelo.

Para curar el daño de la ausencia
píntoos cual siempre os vi, dura y proterva;
mas Amor os me muestra de otra suerte.

No queráis a mi mal más experiencia,
sino que ya como herida cierva,
doquier que voy, conmigo va mi muerte.

* * *

En esto podéis ver, señora mía,
la razón que tenéis de maltratarme,
que si vengo ante vos para quejarme
el temor me acobarda y me desvía.

Anda tan ciega ya mi fantasía
que llego alguna vez a aventurarme,
mas un no sé qué se es viene a estorbarme,
y no es, aunque parece, cobardía.

Ved cuál debe de estar quien no se entiende:
que siendo causa vos del mal que siento,
de vos, que lo causáis, me cubro y celo.

Pues si mata el callar, decillo ofende,
¿qué remedio tendrá quien su tormento
le tiene a vuestros pies ya por el suelo?

* * *

En un olmo Vandalio escribió un día,
do la corteza estaba menos dura,
el nombre y la ocasión de su tristura;
después, mirando al cielo, así decía:

"Tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!,
que al más alto ciprés venzas de altura,

y tanto sea mayor tu hermosura
cuanta aquella de Dórida sería.

Crezcan a par del olmo en su grandeza
las letras del amado y dulce nombre,
y en él hagan perpetua su memoria,

porque los que vendrán sepan que un hombre
levantó el pensamiento a tanta alteza
que es digno al menos de inmortal renombre".

* * *

Horas alegres que pasáis volando
porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tan dulce afrenta
el triste despedir me vas mostrando;

importuno reloj que, apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;

gallo que mi pesar has denunciado,
lucero que mi luz va oscureciendo,
y tú, mal sosegada y moza Aurora,

si en voz cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera una hora.

* * *

Luz que a mis ojos das luz más serena,
vida que da la vida al alma mía,
beldad por quien se aparta y se desvía
de sentir el sentido y enajena;

gloria de mi dolor, bien de mi pena,
de todo mi pesar sola alegría,
fuego que hace arder mi fantasía
del más sabroso ardor que amor ordena;

¡pudiese yo, como querría, mostraros
el pecho abierto, do el amor ha escrito
cuanto quiero y no acierto a describiros!

Mas si no puede ser para moveros
que llegue ya mi mal a lo infinito,
¿qué más cierta señal que mis suspiros?

* * *

No es sabrosa la música ni es buena,
aunque se cante bien, señora mía,
si de la letra el punto se desvía,
antes causa desgusto, enfado y pena.

Mas si a lo que se canta, acaso suena
la música conforme a su armonía,
en lugar del pesar que el alma cría,
de un dulce imaginar la deja llena.


Vos, que podéis mover al son del canto
los montes, no queráis cantar enojos
ni el secreto dolor de mi cuidado.

Quédese para mí solo mi llanto;
vos cantad la beldad de vuestros ojos:
conformará el cantar con lo cantado.

* * *

No por el cielo ver correr estrellas,
ni por tranquilo mar navíos cargados,
ni en plaza tornear hombres armados,
ni a caza en bosque ver ninfas muy bellas;

ni en gran obscuridad volar estrellas,
ni llenos por abril de flor los prados,
ni galanes en sala aderezados,
ni en cabello bailar tiernas doncellas;

no el sol en el nacer de un claro día,
ni árboles de flor y fruta llenos,
ni fuego sobre nieve helada y fría;

ni todo cuanto hay más ni cuanto hay menos
de hermoso en el mundo, igualaría
vuestro dulce mirar, ojos serenos.

* * *

Ojos claros, serenos,

si de un dulce mirar sois alabados,
¿porque si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,

más bellos parecéis a quien os mira,
no me miréis con ira,
porque no me parecéis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

* * *

Pasan tan presto los alegres días,
volando sin parar apresurados,
y del perdido bien acompañados
llevan tras sí las esperanzas mías.

Mas los que traen las ansias, las porfías,
temor, recelos, bascas y cuidados,
estos pasan despacio, tan pesados
que parece que van por otras vías.

Pues si no muda el sol su movimiento,
si regla cierta en sus caminos guarda,
si no se puede errar orden del cielo,

las horas enojosas del tormento
¿por qué tan luengas son? ¿Cómo se tarda?
Y las alegres, ¿quién las lleva en vuelo?

* * *

Ponzoña que se bebe por los ojos,
dura prisión, sabrosa al pensamiento,
lazo de oro crüel, dulce tormento,
confusión de locuras y de antojos;

bellas flores mezcladas con abrojos,
manjar que al corazón trae hambriento,
daño que siempre huye el escarmiento,
minero del placer lleno de enojos;

esperanzas inciertas, engañosas,
tesoro que entre el suelo se parece,
bien que no tiene en sí más que la sombra;

inútiles riquezas trabajosas,
puerto que no se halla aunque parece;
son efectos de aquel que Amor se nombra.

* * *

Por esta faz, por esta bella mano
que tan impresa está en el alma mía,
por estos ojos que hicieron vía
dentro en mi corazón a aquel tirano,

por esta boca que igualar en vano
a cosa terrenal presumiría,
y por este color que me desvía,
mirando su beldad, del ser humano,

por esta vaga frente que refrena,
ornada del color destos cabellos,
el vano desear cuando más ciego,

juro que otra beldad no me da pena,
y llamo en testimonio de mí y de ellos,
el cielo, el aire, el mar, la tierra, el fuego.

* * *

Quien tanto de su propio mal se agrada,
señora, como yo, razón le falta,
ni por nuevo dolor se sobresalta,
ni del que ha de venir recela nada.

Quien tiene el alma ya tan transformada
en vos, por ocasión justa tan alta,
si de un extremo grande en otro salta,
bástale la memoria enamorada.

Si no os puede gozar, que os ha gozado,
quien no puede con lágrimas moveros,
con la esperanza puede remediarse.

Mas ¿en qué esperará un desesperado,
quien tan lejos está del bien de veros?
¿Basta pensar que os vio, basta acordarse?

* * *

Si el mudarme el color, si el alterarme,
si el súbito alegrar y entristecerme,
si el irme de do estáis y detenerme,
si el partirme de vos y no apartarme,

si aquel viéndoos airada, ardiendo helarme,
y en el hielo de olvido el encenderme,
si el huir de mi bien para perderme,
y el procurar mi mal para ganarme,

indicios pueden dar si son, señora,
prueba del gran dolor que me atormenta,
¿para qué me tratáis de esta manera?

Si el alma de esta vida que os adora
de vuestra vida vive y se alimenta,
por qué os mostráis cuando me veis tan fiera?

* * *

Si no fuese juzgado atrevimiento,
si vuestra crüeldad lo comportase,
que vuestro servidor llamarme osase,
de solo el nombre viviría contento.

Tal os pinta en mi alma el pensamiento
que no os miré jamás que no juzgase
temeridad el bien que desease,
y de tal desvarío me arrepiento.

Enójome de haber más deseado,
y acusando a mí mismo de locura,
de cuanto deseé no quiero nada.

Sólo en veros consiste mi ventura;
todo lo por venir me desagrada;
el bien presente es más que el mal pasado.

* * *

Si tantas partes hay por vuestra parte
para que os ame y que por vos suspire,
¿cómo queréis, mi bien, que me retire
de tal empresa y que de amar me aparte?

Si el cielo en sola vos muestra y reparte
tal gracia y tal beldad que el mundo admire,
¿cómo queréis, mi bien, que el alma aspire
a nueva hermosura o con cuál arte?

Si son nieve, oro, perlas y corales
los cabellos, la boca, el cuello, el pecho,
¿cómo queréis, mi bien, que no me encienda?

Si vuestros modos más que naturales
me tienen tan vencido y tan estrecho,
¿cómo queréis, mi bien, que me defienda?

* * *

Sigue a la obscura noche el claro día,
y aquella obscuridad que el aire hace,
el sol la aclara toda y la deshace,
y la sombra y temor de sí desvía.

Así de mi verdad, señora mía,
el sol que alguna vez mirar os place,
aclara, justifica y satisface
la oscuridad que mala lengua envía.

Desterrad, pues, por Dios, aquella sombra
que el aire os ocupó claro y sereno,
para que el sol de la verdad se vea.

Y entonces, si de mí cosa os asombra,
veréis de un tal amor mi pecho lleno,
tan claro que no hay sol que más lo sea.

* * *

Sigue su curso el sol ya destinado,
y de su Hacedor tal orden lleva
que ni por ir más alto o bajo mueva,
ni se aparte ni deje el hilo usado.

Podrá la oscuridad de algún nublado,
noche, luna o eclipse, o cosa nueva,
hacer que no dé luz, no que remueva
el paso del camino acostumbrado.

Así sigue, señora, el alma mía
el camino que Amor quiso hacerme,
dando a mi voluntad fuerza el destino.

Bien podéis vos turbar mi fantasía,
privarme de la luz y escurescerme,
mas no apartarme ya deste camino.

* * *

Tan puesto tengo en vos el pensamiento
que ya ni pienso en mí, ni pensar quiero;
si tengo bien, por vos pasa primero;
de vos viene si tengo algún tormento.

Hace mi voluntad su fundamento
en la vuestra, y recíbela por fuero;
en mi propio querer soy el postrero,
sólo lo que queréis quiero y consiento.

Si alegre os veo a vos, luego me alegro;
si tristeza tenéis, luego estoy triste;
si os volvéis a alegrar, vuelvo alegrarme.

Lo negro es blanco y lo más blanco es negro
como queréis: luego al alma viste
el efecto que vos queréis mostrarme.

* * *

Tiéneme ya el dolor tan lastimado,
está ya tan dañado el sentimiento,
que ningún nuevo mal de nuevo siento
que no hiere el lugar de antes llagado.

Estoy ya del vivir tan enfadado
que habría dado fin a mi tormento,
mas sale de través tal pensamiento,
que me es fuerza tornarme a mi cuidado.

Dice la enamorada fantasía
que de tal ocasión tal pena viene,
que me esfuerce en la fuerza del deseo.

Mas, tan lejos de vos, señora mía,
tanto menos mi mal consuelo tiene
cuanta razón por vuestra parte veo.

* * *

Triste avecilla que te vas quejando
por feos ramos y por turbias fuentes,
pues que no son mis males diferentes,
vente agora aquí do estoy llorando.

Verásme de pesar desesperado,
de placer apartado y de las gentes,
después que aquellos ojos son ausentes,
por quien vivo muriendo y sospirando.

Tú lloras tu soledad y yo la mía:
consolémonos los dos pues que tenemos
una mesma razón de estar muriendo.

Y aquí, desamparados de alegría,
por aquestos desiertos andaremos
en llantos tristes contino gimiendo.

* * *

Vos sois todo mi bien, vos lo habéis sido;
si he dicho alguna vez, señora mía,
que habéis sido mi mal, no lo entendía,
hablaba con pasión o sin sentido.

Yo soy todo mi mal, yo lo he querido;
de mí viene, en mí nace, en mí se cría;
tan satisfecha dél mi fantasía,
que el mal no piensa haber bien merecido.

Vos fuistes, vos seréis mi buena suerte:
si el mal desvariar me hace al cuanto,
ésta es mi voluntad libre y postrera.

Pues si con verme al punto de la muerte,
por ser por vos el mal lo tengo en tanto,
¡ved que hiciera el bien si lo tuviera!

* * *

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