martes, 24 de febrero de 2009

Eyaculación precoz

Siempre he sido un poco atolondrado, lo reconozco. En determinadas situaciones, por ejemplo, delante de las chicas, las palabras me salen a borbotones de forma que no se me entiende nada. O cuando estoy con los amigos, soy el típico metepatas que suele hablar más de la cuenta (si hasta me llaman cariñosamente El Bocazas). En el instituto, lo mismo: me suelo presentar voluntario a recitar la lección, aunque luego casi siempre resulta que la llevo mal estu­diada y hago un ridículo que ni te cuento. Si en una conversación oigo a alguien que men­ciona una novela o una pelí­cula que conozco, me da por destripar sin querer el final de la historia, con el con­si­guiente en­fado de los contertulios. Hasta cuando practico natación, soy ese patoso que siempre se lan­za a la piscina sin que hayan dado la orden de comenzar la carrera.
Y es que es mi sino. Siempre llego demasiado pronto a todas partes. Lo llevo mar­cado desde que nací. Porque, por si fuera poco, soy sietemesino, y no contento con eso, vine al mundo apenas unos segundos antes de terminar el año, sin esperar si­quiera al toque de las campanadas. Así que de paso me perdí el honor de ser el prota­gonista durante unos minutos y de salir en los telediarios por haber sido el primero, porque, no nos engañemos, ser el último nacido del año recién terminado a nadie le suele interesar.
Lo peor es que ayer mi novia me ha dejado plantado, desesperada porque en la inti­midad siem­pre ter­mi­no antes de que ella haya siquiera empezado a sentir algo.
Y ahora estoy muerto, por culpa de esta maldita costumbre mía de hacerlo todo antes de tiempo. ¡Vaya semanita llevo! ¡Quién me mandaba a mí coger el tren de cer­canías anterior al que cojo habitualmente, justo el día en que iba a suceder un fatal accidente!


© Juan Ballester

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