jueves, 19 de febrero de 2009

Historias para no despertar (V)


HISTORIA DEL ASESINATO DE DON ATANASIO (aunque parezca imposible) A MANOS DE UNOS DESALMADOS, Y DE CÓMO SU VIUDA QUEDÓ DESCONSOLADA

El era un buen hombre y sin embargo lo asesinaron. Nadie se explicó el motivo, pues no tenía enemigos debido a su exquisita bondad. Lo cierto es que una mañana, al salir de casa para ir al trabajo ("Casa Gil, medias y calcetines"), dos desaprensivos jóvenes le acribillaron a tiros. Fue justo en el portal, a las ocho y media. Los agresores huyeron en un coche gris con matrícula de Madrid (luego se supo que el coche era robado y pertenecía a un electricista), sin que hasta el momento hayan sido localizados. Si me guardan el secreto, les puedo adelantar que la policía está muy cerca de dar con ellos, es sólo cuestión de unos años.
Pero vayamos al grano. Esa mañana, don Atanasio se había levantado de muy buen humor. Mientras se afeitaba -con el resultado de un corte en la barbilla- canturreó fragmentos de "Angelitos negros" de Machín, y durante el desayuno un trozo de "Madrid" de Lara. Prometió a su mujer y a su hijo Carlos llevarles al cine por la tarde (era sábado), y salió a la escalera. Bajó en ascensor los cinco pisos mientras se enderezaba la corbata. Al salir a la calle, aún en el umbral (don Francisco), se fijó en aquellos tipos que le miraban desde el coche en marcha, pero no tuvo mucho tiempo para preocuparse de ellos, ya que en seguida fue abatido, tiroteado cobardemente, cayendo al suelo fulminado. Los dos desconocidos se alejaron de allí como una exhalación, haciendo rugir el vehículo calle abajo.
Un inmenso gentío se concentró alrededor del cadáver. Llegaron los chicos de la prensa tomando fotos para satisfacer el apetito morboso de los lectores; la policía, haciendo despejar la zona; llegó la viuda envuelta en un mar de lágrimas (y envuelta asimismo en una deliciosa bata rosa); llegó por último el juez ... Fueron unas escenas terribles y confusas, y no faltó quien, aprovechando la ocasión, se puso a vender churros, cacahuetes y golosinas entre la multitud.
Pero corramos una gruesa cortina sobre la desagradable representación que tenía lugar en el corazón de la urbe, y dejemos que transcurra mucho tiempo de golpe antes de volver al escenario del crimen. Abramos una rendija. ¿Qué es lo que vemos ahora? La misma calle donde sucedieron los hechos de antaño, pero esta vez reina la tranquilidad, la gente circula pacíficamente, olvidado ya el asesinato de don Atanasio. El portal sigue ahí, aunque se aprecian reformas: ya no es el de antes, viejo y oscuro, sino que tiene más luz. Un chico baja de su moto y entra en él (como habréis supuesto, se trata de Carlos, el hijo de don Atanasio, que es ya un mocetón con toda la barba). Llama al ascensor, mientras en su interior tararea una canción del grupo "Urinario". Mientras sube a casa le viene a la mente la música del tema "Anfetaminas y alucinógenos", que está muy de moda por esas fechas. El ascensor se detiene y, al abrir la puerta ve por un instante a dos jóvenes con la cabeza afeitada y las caras pintarrajeadas, e inmediatamente siente un navajazo en el vientre que le hace caer de rodillas, muerto.


© Juan Ballester

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