lunes, 2 de febrero de 2009

Si Goya levantase la cabeza

Ayer por la noche -masoquista que es uno- me dio por sentarme delante de la caja tonta y tragarme enterita la ceremonia de entrega de los premios Goya. Era la primera vez que lo hacía y desde luego será la última también.

Una de las cosas que más llama la atención es el nombrecito de los dichosos premios: Goya. Como dice el refrán: mucho arroz para tan poco pollo. Porque me parece a mí que nada tiene que ver el genial pintor de Fuendetodos con la cinematografía. Igual podían haberles puesto premios Picasso, Santana, Teresa de Jesús o Hilarión Eslava. Ya sé que los Oscar tampoco tienen un nombre muy lógico, pero cuando se decidió crearlos aquí en España, podían haber optado por nombres más acordes con el séptimo arte, como p. ej. Buñuel, que además tiene esa ñ tan característica de nuestro idioma, o Chomón, pionero en la cinematografía patria, o alguno similar. En fin, pobre Goya.

Respecto a la gala en sí, todo sucedió según lo esperado. Me refiero al casposeo, al chistecito sin gracia, al guión ramplón y mal aprendido, al penoso intento de parecerse a los Oscar, que -dicho sea de paso- son unos premios vergonzosos y poco ejemplarizantes, de los que hablaré en su momento.

Aburrimiento de principio a fin; ceremonia larguísima y con excesivo número de galardones (ya puestos, que den premios también para la Sala en la que mejor se duerme, Títulos de crédito más originales, Mejor cartel publicitario, película de Presupuesto más barato, y así podría seguir hasta el infinito). Cómo se nota que el dinero sale de los fondos públicos. ¿Y qué pinta un premio Goya a la mejor película europea? ¿Por qué no dar entonces otros 4 premios a las producciones realizadas en los otros 4 continentes?.

Viendo ese espectáculo (bochornoso, sí, pero espectáculo al fin y al cabo) daba la sensación de que somos una potencia cinematográfica y de que nuestros actores y actrices son los mejores del planeta, cuando ya es hora de que alguien diga la verdad: tenemos un plantel de actores y actrices (lo digo en masculino y femenino por aquello de lo políticamente correcto) verdaderamente mediocres, por no decir rematadamente malos. ¿O acaso alguien sabe cuántas veces se tiene que repetir una escena hasta que sale bien? Y hasta gestualmente dejan ver todas sus carencias (basta con quitar el volumen al televisor y fijarse solamente en cómo se mueven y gesticulan). Yo reivindico a los actores y actrices de teatro, que se enfrentan cada día y cara a cara con la sala oscura, con el riguroso directo, teniendo que dominar no solamente la técnica interpretativa, sino también estar dotados de una memoria capaz de retener la obra entera cada tarde o cada noche. Todos sabemos sus nombres: muchos de ellos no se rebajan a hacer una película aunque ello les prive de un cierto desahogo económico.

No voy a entrar en la labor que desarrollan algunos profesionales del gremio como técnicos de luminotecnia, maquillaje, utilleros, etc., pero ello no es óbice para que se les tenga que otorgar también su premio. Imaginemos p. ej. en unos juegos olímpicos si hubiera que dar medallas a los entrenadores, masajistas, fisioterapeutas, cocineros, etc. de los atletas. Y según esa lógica, ¿por que no darle un Goya al que trajo las bebidas, al que limpió los estudios, al mejor extra o al mejor especialista de doblaje en las escenas arriesgadas? Se tiene tendencia a ampliar, cuando lo que se debería hacer es simplificar. Con media docena de categorías habría suficiente (película de ficción, documental, película de animación, director, actor, actriz y guión original).

La presentadora estuvo mal, con un guión soso y sin gracia (por cierto, podían ahorrarse esos penosos guiones por los que además alguien se habrá llevado una pasta. Ni los alumnos de primero de BUP los harían tan malos y tan obvios).

El premio a Penélope Cruz fue simplemente lamentable. ¿Es cine español una película de Woody Allen? Me parece recordar que en su momento se premió -con cierta polé­mica, además- películas de directores españoles rodadas en el extranjero y habladas en inglés, por el simple hecho de tener un director español (cito de memoria: Remando al viento, Los otros). Ahora resulta que el caso contrario también es cine español: actriz española hablando en inglés en película dirigida por director estadounidense aunque se haya rodado en Barcelona. Joer, pues las pelis del oeste rodadas en Almería serían por tanto películas españolas también, o las que rodaba Samuel Bronson en Sevilla Films). Ah, ya: es que la cosa consistía en darle algún premio a Pe (¿Pe de pedorra? Ah, no, de Penélope, qué despiste el mío).

Igualmente esperpéntico fue que la película española seleccionada para representar a los Oscars no fuera designada la Mejor película española, una vez que se sabe que no pasó el corte para los tan cacareados Oscars. Si has metido la pata, chaval, pues sé coherente y aguanta el chaparrón; no te cambies de chaqueta cuando te conviene.

Me hace gracia eso de la Academia del Cine Español. Campanudo, rimbombante. Así dicho, hasta parece algo. Y sus miembros ¿son académicos, como los de la RAE o los de Bellas Artes de San Fernando? ¿Y qué tratamiento tienen? ¿Ilustrísimos/as señores/as? ¿Y qué formación universitaria y nivel intelectual se requiere para ingresar en ella? En fin, patético.

Creo que la cosa no da para más. Sólo debo comentar lo que ya algunos han apuntado en otros foros: que no hubo protestas anti-crisis ni puyas al Gobierno; sólo penosas justificaciones del canon digital y palabritas en contra de la piratería por Internet. ¿Qué quieren? ¿Qué encima paguemos por toda esa mierda? Ah, es que si se manifiestan contra el canon, igual les dan un tirón de orejas y les retiran las subvenciones gracias a las cuales viven como magnates mientras el resto de los mortales nos rompemos los cuernos para llegar a fin de mes.

¡En fin, que cosas!

© Juan Ballester

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