lunes, 9 de febrero de 2009

Tipología del soneto (XXIX)


TEMÁTICA DEL SONETO

VII.- El soneto religioso (I)

Es otro de los temas importantes, sobre el que se han escrito páginas de hondo lirismo y gran belleza a lo largo de todas las épocas. Los sonetos religiosos (llamados también sacros) suelen abordar la idea de Dios y su manifestación humana en Cristo, sobre todo a través de la imagen del Cristo crucificado. En menor medida se han escrito dedica­dos a la Virgen, en ala­ban­za de diversos santos, acerca de personajes bíblicos, eucarísticos, etc. Destaca la serie de sonetos incluidos en las «Ri­mas sacras» de Lope de Vega.


* Dios

+ Idea de Dios

No sabe qué es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello,
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama.

Tu boca como lirio, que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el torno y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.

¡Ay Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?

Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que una hora amando
venza los años que pasé fingiendo.

(Lope de Vega)


+ El amor hacia Dios

Todo lo vence amor, todo lo espera,
igual es con la muerte en poderío,
divino ardor que no lo anega el río
de la tribulación y angustia fiera.

Sólo el amor no acaba su carrera
con las cenizas del cadáver frío;
en gloria sigue el abrasado estío,
que en cuerpo fue süave primavera.

De amor se paga Dios, y quien le ama
consume en este fuego sus pecados,
puro se entrega como el oro puro.

Que aquella sacra y penetrante llama,
sobre los nudos dulcemente dados,
de esperanza y de fe levanta un muro.

(Luis de Ribera)

* * *

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí. ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

(Lope de Vega)


+ Necesidad de Dios

Como el ciervo en los bosques perseguido
y abrasado de sed busca una fuente
en cuya mansa y límpida corriente
pueda templar a solas el ardido

corazón... ¡Oh Señor, todo transido
y socarrado de pasión ardiente,
yo corro por la vida y mi alma siente
ansias de verme a Ti por siempre unido.

Que es mi vida una cárcel miserable
sin la luz de esos ojos que enamoran
y visten cuanto ven de su hermosura.

A vos corriendo voy, aunque culpable;
las cisternas de mi sed, ¡ay!, empeoran,
¡Oh fontana de luz eterna y pura!...

(Avelino Gómez Ledo: Sed)


+ Negación de Dios

No Dios a ti, según pretendes, hombre,
a su imagen te hizo y semejanza:
con tus fobias, tu miedo o tu venganza,
creaste a Dios y le pusiste nombre.

Fuiste tú quien –no Él, miente el pronombre-
lo engendraste, a tu imagen y semblanza,
dándole cuánto tu miseria alcanza,
en más tamaño, simple superhombre,

para crecerte tú y vencer a otros,
para estar en lo cierto y ser tan fuerte
como el Dios que inventase a tu medida.

Con Él fortaleciste aquel nosotros
que, en nombre del Señor, juzga y da muerte
o nos engaña, hasta con otra vida.

(José Alcalá-Zamora: Engaño)


* Cristo

+ Nacimiento de Cristo

¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
e tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa
junta tus manos en el alba fría?

¿Qué viento turba el monte y le conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.

La Virgen a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.

(Luis Rosales: De cómo fue gozoso el nacimiento de Dios nuestro Señor)


+ Cristo pastor

Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú, que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados;
¿pero cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

(Lope de Vega)


+ Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.

¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido!
Muéveme el ver tu cuerpo tan herido.
Muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera,
porque, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

(Anónimo)

* * *
¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿adónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo,
que me mira bañado en sangre y llanto?

A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco, y no me enmiendo;
ya el Ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.

Detén con esas manos mis perdidos
pasos, mi dulce amor; ¿mas de qué suerte
las pide quien las clava con las suyas?

¡Ay Dios!, ¿adónde estaban mis sentidos,
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?

(Lope de Vega: A Cristo en la cruz)

* * *

¿Adónde está, Señor, tu poderío?
Ese brazo, que el mundo ha fabricado,
¿de clavo ignominioso traspasado
pende, crüento, del madero impío?

¿Tanto alcanza el ingrato desvarío
del hombre, que a tu lívido costado
el hierro vibra, impune y obcecado?
¿No eres ya Rey de Reyes, Jesús mío?

Pues lanza, en fin, tu cólera, y, segura,
fulmine el rayo que al malvado aterra,
y caiga la soberbia criatura.

Mas no, que lejos de nefanda guerra,
das en la cruz de amor y de dulzura
lección a los monarcas de la tierra.

(Mariano Roca de Togores: A Cristo crucificado)


+ El sepulcro de Cristo

¡Oh muerto grano, que caído en tierra
aseguras montón de alta cosecha;
divina humanidad, por mí deshecha,
en quien su eternidad el Cielo encierra!:

acá se escucha el campear la guerra
del saco tuyo, a la prisión estrecha,
alma divina, a vencimientos hecha,
que tantos saca a luz, tantos deshierra:

yace, cuerpo mortal, de muertos vida;
en paz reposa, oh brazo de victoria,
por monumento y fin de tus hazañas;

y tú que pasas, para; aquí te olvida
de ti, y aquí se acuerde tu memoria
que ocupa Dios de piedras las entrañas.

(Pedro Liñán de Riaza: Al sepulcro de Cristo)


+ Resurrección de Cristo

Cuentan que una mañana, aún oscuro,
una mujer -María Magdalena,
dicen- vino a un sepulcro; y vio llena
de susto, atrás la losa, contra el muro.

Y dicen que le dijo un ángel (puro
tal un rayo): ¿Por qué, mujer, tu pena?
Ha resucitado como dijo. En a-
delante nadie sellará seguro.

Esto cuentan. Y dicen más: que Cristo
de pie, habló: María. Y, ella: Maestro
(Rabboni). Y luego, a Pedro, a Juan: He visto

al Señor y me ha dicho... Dicen, cuentan.
Pero yo digo, con Thomás: Si nuestro
dedo... No sea que los cuatro mientan.

(Blas de Otero: A la resurrección de Cristo)


+ La Ascensión

Fue su poder, sencillamente eso,
lo que elevó a Jesus hacia la altura:
todo el poder de Dios, con la presura
de un gavilán que mantenían preso.

Era un amor total, era un regreso
del Hijo al Padre, a la progenitura,
una tendencia sorda, fuerte, oscura,
para espirar Espíritu en un beso.

Betania, juncia, espliego y mejorana.
“Galieleos, ¿qué estáis mirando al cielo?”
Es la Ascensión. Y Dios que sube y sube.

En la tarde que, lenta, se desgrana,
ellos pisando el suelo, el duro suelo
y Jesús ocultándose en la nube...

(Juan Ignacio Morales: Ascensión)

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