De cuantas criaturas puso Dios en la tierra
-y describirlas todas sería agotador-
hay una que me llama, que me atrae porque encierra
la magia de lo bello y un aura de candor.
Tiene nombre de santo, profesión de bohemio
y del cielo ha imitado el brillo y el color,
frágil como un espejo, limpio como un abstemio
vive junto a los ríos bañado en su rumor.
Se alimenta de peces que captura, certero,
y no añora la estampa ni el vuelo del azor,
se oculta entre los árboles rechazando el sendero
y de su azul desprende brillante resplandor.
Ave hermosa y pequeña, tímida y delicada,
liviana como un sueño, tenue como una flor,
al verla se comprenden el arcángel y el hada,
pájaro entre los pájaros, el martín pescador.
© Juan Ballester
lunes, 9 de marzo de 2009
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