viernes, 27 de marzo de 2009

Tipología del soneto (XXXIII)

TEMÁTICA DEL SONETO

X – La tauromaquia


La mal llamada ‘fiesta nacional’, en cuanto espectáculo de masas y reflejo de la crueldad del ser humano, no podía ser ajena a la inspiración de escritores y poetas en general. Son relativamente abundantes los poemarios y libros de sonetos que se han ocupado del tema, bajo diversos as­pec­tos, aunque se suele ensalzar más lo que tiene de celebración y de colorido que los puntos de vista del toro que es arrojado sin piedad a un círculo de arena para enfrentarse inútilmente al des­tino y a la muerte.

Los sonetos taurinos proliferan sobre todo durante el siglo XX, aunque con anterioridad no fal­taron poemas alusivos al tema, aunque revistiendo otras formas (romances, etc.). Las referencias más antiguas al toro en sonetos son sin embargo del Siglo de Oro (así, el «Anfiteatro de Felipe el Grande», 1631, donde por numero­sos ingenios se celebra la suerte que hizo en el toro el referido monarca).

Entre los autores que han escrito sonetos sobre el tema, gene­ralmente en forma de poemario inde­pen­diente, cabe mencionar a Gerardo Diego, Alberti o Rafael Morales.
Hemos dividido la muestra en tres apartados: el toro, la fiesta y la plaza, en cuanto escenario donde tiene lugar la inmolación de la res brava.


* El toro

Si ya contra las sombras movedizas
de los calcáreos troncos impasibles,
cautos proyectos turbios indecibles
perfilas, pulimentas y agudizas;

si entre el agua y la yerba escurridizas,
la pezuña y el cuerno indivisibles
cambian los imposibles en posibles,
haciendo el aire polvo y la luz trizas;

si tanto oscuro crimen le desvela
su sangre fija a tu pupila sola,
insomne sobre el sueño del ganado;

huye, toro tizón, humo y candela,
que ardiendo de los cuernos a la cola,
de la noche saldrás carbonizado.

(Rafael Alberti: El toro de la muerte)


* La fiesta

¡Oh, qué templado lance, qué revuelo,
qué embite tan feroz y tan valiente
bajo el trapo fugaz que el toro siente
imitando en el aire un breve cielo!

¡Oh cuánta furia, cuánto desconsuelo
en el toro que embiste nuevamente,
hecho negro relámpago caliente
que puebla de rumor ardiente el suelo!

Mas el ansia tenza y desbordada
del fiero corazón que va burlado
no saciarás jamás, ¡triste porfía!

Que tienes ya en tu carne la estocada
y vas hacia la muerte derrotado,
acornalando el aire en la agonía.

(Rafael Morales: Lidia)

* * *

Con el hirviente resoplido moja
el ronco toro la tostada arena,
la vista en el jinete ata y serena,
ancho espacio buscando el asta roja.

Su arranque audaz a recibir se arroja,
pálida de valor la faz morena,
e hincha en la frente la robusta vena
el picador, a quien el tiempo enoja.

Duda la fiera, el español la llama:
sacude el toro la enastada frente,
la tierra escarba, sopla y desparrama;

le obliga el hombre, parte de repente,
y herido en la cerviz, húyele y brama,
y en grito universal rompe la gente.

(José Zorrilla)


* La plaza
A la memoria de Gallito

Aquí está: rueda triste y enlutada,
macilenta y oscura, y recogida.
La que tanto gritó, calla dormida:
la que a todos se abrió, duerme cerrada.

Sobre la arena que brilló dorada
se mueve una alta sombra dolorida:
mira el lugar en que perdió la vida;
levanta la cabeza despeinada,

se sienta en el estribo; gime, llora
su desgracia y su antiguo poderío;
las tardes de su gloria y su fortuna.

Todo es silencio y abandono ahora.
Por las gradas resbala el canto frío
de los grillos de plata de la luna.

(Joaquín Montaner: La vieja plaza de toros, de noche)

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