sábado, 25 de julio de 2009

El poeta del mes - Luis de Góngora

Luis de Argote y Góngora nació en Córdoba en 1561. Su padre, don Francisco de Argote, licenciado en Salamanca, era un gran bibliófilo y humanista que cuidó con gran esmero de su preparación.
Poseía una copiosa biblioteca calificada por el erudito Díaz de Ribas como la «gran librería», la cual era frecuentada en diversas tertulias literarias.

A la educación de Góngora no sólo influyó el ambiente literario de su casa, también lo hizo de manera decisiva la intervención de su tío materno, don Francisco de Góngora, racionero de la catedral de Córdoba, el cual cedió a su sobrino los beneficios eclesiásticos que tenía en diversas localidades, asegurándole así un modesto bienestar económico, y poder estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó de Cánones desde el año 1576 hasta el curso 79-80.

Si bien Góngora fue un estudioso precoz, ya que estudió leyes y cánones, su verdadera vocación fueron las letras.
Pero no sólo las letras parecían impedir su vocación eclesiástica, ya que Góngora fue amonestado constantemente por sus distracciones durante las horas de coro o sus charlas en las horas de rezo; se decía de él que vivía «como un mozo» y que andaba «de día y de noche en cosas ligeras».
Eran bien conocidas sus aficiones al juego y a las corridas de toros (prohibidas a los clérigos).

De sus misiones fuera de la ciudad, encargadas por el cabildo catedralicio de Córdoba, apenas tenemos documentación. Sí es cierto que en 1602 estaba en Valladolid, donde temporalmente residía la Corte. En varias ocasiones estuvo en Madrid, donde frecuenta los círculos literarios más selectos, y entra en contacto con la clase noble de la Corte.
A través del duque de Lerma, por entonces ministro del Rey, en 1617, se le designa capellán real de Felipe III, para lo cual tuvo que ordenarse sacerdote a la edad de cincuenta y cinco años.
La muerte de su protector y amigo, el duque de Lerma, al cual le dedicas su Panegírico, y su conocida afición al juego llevaron a Góngora a una grave situación económica, por lo que tuvo que ganarse el favor del siempre omnipotente conde-duque de Olivares, ministro del Rey.

En 1627 volvió a Córdoba, aquejado de «arterioesclerosis prematura», enfermedad que llevaba padeciendo largo tiempo; sufría desvanecimientos, fuertes dolores de cabeza, y pérdida de la memoria.

Murió el 23 de mayo de ese mismo año en su ciudad natal.


POEMAS DE GÓNGORA

AL SOL, PORQUE SALIÓ, ESTANDO CON SU DAMA,

Y LE FUE FORZADO DEJARLA

Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,

ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,

estaba, oh claro Sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.

Si el cielo ya no es menos poderoso,
por que no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.


. * * *

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a Alcides consagradas;

mas del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me la deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no era mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.

* * *

Con diferencia tal, con gracia tanta
aquel ruiseñor llora, que sospecho
que tiene otros cien mil dentro del pecho
que alternan su dolor por su garganta;

y aun creo que el espíritu levanta
—como en información de su derecho—
a escribir del cuñado el atroz hecho
en las hojas de aquella verde planta.

Ponga, pues, fin a las querellas que usa
pues ni quejarse ni mudar estanza
por pico ni por pluma se le veda,

y llore sólo aquel que su Medusa
en piedra convirtió, por que no pueda
ni publicar su mal ni hacer mudanza.

* * *

De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

pequeña puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro sol, en cuanto en torno gira,
ornan de luz, coronan de belleza;

ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta, y tus virtudes reza.

* * *

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas distilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que pronto huyen del que incitan hora
y sólo del Amor queda el veneno.

* * *

A LOS CELOS

¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mesmo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.

* * *

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

* * *

Y RÍASE LA GENTE

Ándeme yo caliente
y ríase la gente
.

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados,
cómo píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.

Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.

Pase a media noche el mar,
y arda en amorosa llama
Leandro por ver a su Dama;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él;
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

* * *

BIEN PUEDE SER

Que pida a un galán Minguilla
cinco puntos de jervilla,
bien puede ser;
mas que calzando diez Menga,
quiera que justo le venga,
no puede ser.

Que se case un don Pelote
con una dama sin dote,
bien puede ser;
mas que no dé algunos días
por un pan las damerías,
no puede ser.

Que la viuda en el sermón
dé mil suspiros sin son,
bien puede ser;
mas que no los dé, a mi cuenta,
porque sepan dó se sienta,
no puede ser.

Que esté la bella casada
bien vestida y mal celada,
bien puede ser;
mas que el bueno del marido
no sepa quién dio el vestido,
no puede ser.

Que anochezca cano el viejo,
y que amanezca bermejo,
bien puede ser;
mas que a creer nos estreche
que es milagro y no escabeche
no puede ser.

Que se precie un don Pelón
que se comió un perdigón,
bien puede ser;
mas que la biznaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser.

Que olvide a la hija el padre
de buscarle quien le cuadre,
bien puede ser;
mas que se pase el invierno
sin que ella le busque yerno,
no puede ser.

Que la del color quebrado
culpe al barro colorado,
bien puede ser;
mas que no entendamos todos
que aquestos barros son lodos,
no puede ser.

Que por parir mil loquillas
enciendan mil candelillas,
bien puede ser;
mas que, público o secreto,
no haga algún cirio efeto,
no puede ser.

Que sea el otro Letrado
por Salamanca aprobado,
bien puede ser;
mas que traiga buenos guantes
sin que acudan pleiteantes,
no puede ser.

Que sea médico más grave
quien más aforismos sabe,
bien puede ser;
mas que no sea más experto
el que más hubiere muerto,
no puede ser.

Que acuda a tiempo un galán
con un dicho y un refrán,
bien puede ser;
mas que entendamos por eso
que en Floresta no está impreso,
no puede ser.

Que oiga Menga una canción
con piedad y atención,
bien puede ser;
mas que no sea más piadosa
a dos escudos en prosa,
no puede ser.

Que sea el Padre Presentado
predicador afamado,
bien puede ser;
mas que muchos puntos buenos
no sean estudios ajenos,
no puede ser.

Que una guitarrilla pueda
mucho, después de la queda,
bien puede ser;
mas que no sea necedad
despertar la vecindad,
no puede ser.

Que el mochilero o soldado
deje su tercio embarcado,
bien puede ser;
mas que le crean de la guerra
porque entró roto en su tierra,
no puede ser.

Que se emplee el que es discreto
en hacer un buen soneto,
bien puede ser;
mas que un menguado no sea
el que en hacer dos se emplea,
no puede ser.

Que quiera una dama esquiva
lengua muerta y bolsa viva,
bien puede ser;
mas que halle, sin dar puerta,
bolsa viva y lengua muerta,
no puede ser.

Que el confeso al caballero
socorra con su dinero,
bien puede ser;
mas que le dé, porque presta,
lado el día de la fiesta,
no puede ser.

Que junte un rico avariento
los doblones ciento a ciento,
bien puede ser;
mas que el sucesor gentil
no los gaste mil a mil,
no puede ser.

Que se pasee Narciso
con un cuello en paraíso,
bien puede ser;
más que no sea notorio
que anda el cuerpo en purgatorio,
no puede ser.

* * *

DÉJAME EN PAZ, AMOR TIRANO

Ciego que apuntas y atinas,
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido,
y niño mayor de edad,
por el alma de tu madre
—que murió, siendo inmortal,
de envidia de mi señora—,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz
.

Baste el tiempo mal gastado
que he seguido a mi pesar
tus inquïetas banderas,
forajido capitán.
Perdóname, Amor, aquí,
pues yo te perdono allá
cuatro escudos de paciencia,
diez de ventaja en amar.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz
.

Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?,
de un pájaro ¿qué firmeza?
¿qué esperanza de un rapaz?
¿qué galardón de un desnudo?
de un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz
.

Diez años desperdicié,
los mejores de mi edad,
en ser labrador de Amor
a costa de mi caudal.
Como aré y sembré, cogí;
aré un alterado mar,
sembré una estéril arena,
cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz
.

Una torre fabriqué
del viento en la raridad,
mayor que la de Nembrot,
y de confusión igual.
Gloria llamaba a la pena,
a la cárcel libertad,
miel dulce al amargo acíbar,
principio al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
déjame en paz
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario