Hay días que amanecen tristes, desangelados,
sin saber bien por qué, sin razón aparente.
El desánimo cunde, entra por todos lados,
oprimiendo los músculos y embotando la mente.
Y nos da por pensar pensamientos oscuros,
y nos da por sufrir sufrimientos de antaño,
y la muerte nos ronda, acecha nuestros muros,
y el pasado, tirano, trata de hacernos daño.
Mas debemos mirar hacia el frente y seguir
porque tras la tormenta llega siempre la calma,
de nada ha de valernos escondernos ni huir,
hay que respirar hondo y aligerar el alma.
Recuerda: nuestras vidas son como un tobogán
donde a veces se sube y se baja otras veces;
y aunque existen momentos en que nos falta el pan,
otras veces, en cambio, no han de faltarnos peces.
Contemplemos la lluvia detrás de los cristales
como un llanto monótono, infructífero y tonto;
recuerda lo que eres, no olvides cuánto vales
y piensa que la suerte ha de cambiar muy pronto.
© Juan Ballester
miércoles, 26 de agosto de 2009
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