Se representa estos días en los jardines del Galileo de Madrid la comedia Un marido de ida y vuelta, que Jardiel escribió en 1939 y estrenada en Barcelona el 6 de octubre de ese mismo año.
La puesta en escena que ahora puede verse en Madrid ya estuvo en cartel en 2002 y solo es nueva en lo que se refiere al escenario (al aire libre) y a ciertos actores que han sustituido a parte de los que intervinieron en aquella. Hasta el cartel anunciador presenta enormes similitudes con el que sirvió para publicitar aquella otra puesta en escena de 2002.
Lo primero que debo decir es que es la tercera vez que veo representar esta obra (aparte de la genial película de Fernán Gómez y Emma Penella), aunque en su día me perdí la que ahora reponen. Quiere decir que conozco bien la obra y soy capaz de adivinar sin demasiado esfuerzo los cambios que se suelen introducir al llevar a escena el texto original de Jardiel.
Es una pena que por razones de economía de actores, siempre tiendan a desaparecer algunos personajes, en algunos casos además verdaderamente graciosos. Tal es el caso, en esta ocasión, de Sigerico, el sobrino de la protagonista.
Pero al margen de simplificaciones, me decepcionó bastante Julia Torres, la actriz que hace de Leticia, tal vez porque no acaba de encajar con el carácter voluble y caprichoso de la protagonista. En cambio, me gustó Joaquín Kremel, en el papel de Pepe, alcanzando momentos en los que había que reprimir las carcajadas, y también Pedro Javier, que consigue un criado sencillamente genial.
Mención aparte para Paloma Paso Jardiel, la nieta del comediógrafo, que a pesar de tener un papel nada propicio para el lucimiento, hizo valer su saber estar sobra las tablas y brilló a gran altura, demostrando la gran actriz que lleva dentro.
El resto del elenco, más o menos resultó como cabía de esperar, aunque Helena Dueñas (la tía Etelvina) podría haber estado más brillante en su papel corto pero intenso.
Los efectos especiales resultaron correctos dado lo simplificado del escenario, y la acustica.... ay, la acústica, siendo al aire libre, era inevitable recurrir a pinganillos, aunque ello desnaturaliza (o camufla, según los casos) las dotes interpretativas de los actores.
Las sillas de plástico resultaban algo incómodas, y de los precios de las consumiciones mejor no hablar... Pero en fin, en general me pareció una puesta en escena bastante digna y recomendable para todos los que quieran pasar un buen rato de sonrisas y carcajadas en estas frescas noches de agosto.
Creo que estará en cartel hasta el 18 de septiembre aproximadamente.
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