Aunque uno no es muy partidario de andar presumiendo de lo que no es, ni de airear los éxitos (y tampoco los fracasos, por supuesto), siempre se agradece ese gesto, y para recordarlo, escribí al día siguiente un poema titulado precisamente "Caballero poeta", y que dice así:
Tras pronunciar mi nombre subí al estrado
bajo una extraña lluvia de aclamaciones,
de aplausos, de sonrisas, de rostros cómplices
que me alzaban de pronto de entre las sombras.
“Caballero poeta”, me proclamaban,
a mí, que apenas puedo hilar dos versos,
que tuve la osadía de compararme
una vez con Machado y hasta con Lope.
Y dije unas palabras –qué cosas dije,
es mejor no acordarse, de nada vale-,
mientras todos los flashes me perseguían
y en el Parnaso incluso cundió la alarma.
Fui armado “caballero”, pero ¿ahora qué?
¿He de blandir mis versos como un Quijote,
o enamorar princesas, matar dragones
y deshacer entuertos con pluma en mano?
Caballero Poeta... qué enorme título,
cuánto envase y, en cambio, qué poca esencia.
Pero, acepto este reto, y desde hoy mismo
juro que he de lucirlo cada mañana.
Por cierto, también me dieron una bonita placa para que conserve siempre un recuerdo de aquel momento inolvidable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario