miércoles, 23 de abril de 2008

Disco rayado

El calendario dice: veinticuatro de abril.
Lunes. Vuelta al trabajo. Cielo gris. Primavera.
Mi pluma trae al mundo dos versos de barril
mientras en la penumbra mi corazón espera.

Tengo la sensación de haber vivido antes
este instante infecundo, víspera de otra nada.
Ya no me quedan lágrimas ni discursos brillantes,
sólo dudas que debo consultar con la almohada.

¡Versos! ¿Por qué más versos, si ya todo está escrito,
si es repetir lo mismo, lo que parí mil veces?
A veces es silencio, otras veces un grito,
a menudo un perfume, casi siempre mis heces.

Como un disco rayado las palabras dan vueltas,
se marean de tanto caer en saco roto;
hojas que han de quedar por la mesa, revueltas,
píldoras del espíritu cuyo alivio no noto.

Y cuando llene el folio de tupidos renglones
y oprima la clavija que me transporte al sueño
persistirá el vacío pródigo en nubarrones
y volveré a ser viejo, olvidado y pequeño.

© Juan Ballester

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