martes, 8 de abril de 2008

El Festival de "Euroirrisión"

La elección de Rodolfo Chikilicuatre para representarnos en el “Festival de Euroirrisión” ha levantado una cierta polvareda y se ha convertido en un indiscutible fenómeno mediático. Basta comprobar las visitas al video contabilizadas en Youtube y las versiones más o menos casposas a que está dando lugar, antes de haberse siquiera dado el pistoletazo de salida al festival.

Festival que, por cierto, si en sus orígenes se llamó de Eurovisión, y durante algunas décadas de “Euronovisión”, desde hace un par de años parece ser de “Euroirrisión”, convertido en un espectáculo lamentable, en donde hay cada vez más países y menos música, de tal forma que el pasatiempo más repetido y saludable mientras se mira con el volumen apagado consiste en ubicar mentalmente en el mapa todos esos micropaíses que compiten, y rivalizar con el resto de los miembros de la familia para ver quién es capaz de acertar las capitales de todos ellos sin errar ni una.

Y es que este festival presenta muchos aspectos un tanto peculiares.

En primer lugar, los idiomas. Tiene guasa que el 90 % de los ¿artistas? que participan cantan en inglés, aunque estén repre­sen­tando a repú­blicas bálticas, balcánicas o centroeuropeas. Y en muchos casos, a países que -no lo olvidemos- han derramado sangre por conseguir una indepen­dencia y luego se olvidan de todo eso empleando, a cambio de un puñado de votos, un idioma que no los representa, con la excusa de que así entenderán “la letra” en más países...

¿Pero... qué letras? Si se analizan bien, todas son igual de lamen­tables. Simplezas de tal calibre que casi es mejor no saber lo que dicen, al menos así se quedaría uno con la duda. Y un dato curioso: Inglaterra (en donde el inglés es el idioma nativo) lleva quedando de las últimas la tira de años. Igual les interesaba buscar un cantante que lo hiciera en otra lengua.

Y para terminar con lo de los idiomas. Solamente Francia y España (creo que ni siquiera Italia, aunque me parece que estos ya casi no participan) resisten al invasor y emplean aún su idioma natural. Al menos en esto hemos sido casi siempre coherentes (digo casi porque algún estribillo en inglés me parece que hemos colocado en alguna edición: véase por ejemplo Rosa de España, la flamante ganadora del primer OT).

Segundo. Votaciones entre países. Se han quejado amargamente nuestros sesudos comentaristas y 'expertos' de que con tantos países nuevos, los votos se reparten entre vecinos (sirva de ejemplo la antigua Yugoslavia, que son ahora lo menos 6 o 7), y que nosotros, los españolitos, sólo tenemos dos vecinos, Francia y Por­tugal. Pero yo dudo mucho que todos esos países 'vecinos' se tengan de re­pente suficiente cariño después de tantas guerras intes­tinas ha­bidas entre ellos. ¿No resulta esto paradójico?

Y claro, cuando se votaba de otra manera, siempre había que estar correspondiendo a tal país que nos había dado 12 puntos en la edición anterior y ne­gando el agua y el pan a tal otro que nunca nos daba nada. ¿Es esto serio?

Tercero. La calidad. El festival es cada vez más espectáculo y menos música. Nos quejamos de que la canción de este año es mala (y desde luego, lo es), pero hay que pensar qué es lo que queremos. ¿Participar o ganar? Parece que entre determinados esta­mentos hay demasiada obsesión con volver a ganar, y para ello se invierten cifras fabulosas y se emitan programas en el prime time nocturno. Unos años toca chaval guapetón con cancioncita melódica; otros, chica con pinta de moderna que se mueve y baila por todo el escenario. Mucha buena voz, quizá, mucha cara bonita, pero poca chispa. Y mientras tanto, los años pasan y pasan, y seguimos aferrados a Massiel y a Salomé (y ésta empatando porque jugaba en casa), lo cual, por lo visto, nos denigra como po­tencia musical europea. Y esos éxitos quedan ya tan lejanos, que la mayoría de los ciudadanos de ‘este país’ (como se dice ahora al referirse a España) ni siquiera habían nacido cuando se produjeron (hacia 1968 o 69, si mal no re­cuerdo).

Si el cabreo es por el prestigio de la música patria, tranquilos. La música española en el contexto euro­peo nunca ha sido nada y me temo que nunca lo será. Ni cuando el Dúo Dinámico, ni en los setenta, ni tampoco en la tan cacareada época de la ‘movida’, en que se podía haber llevado a Eurovisión a grupos del tipo Loquillo, Gabinete Caligari, etc. O sea, a gente a la que el tiempo, que todo lo puede, convierte hoy en buenos, pero que en su momento eran regularcetes. Pero en España es lo que tenemos, aunque la ma­croeco­nomía o los politiquillos que nos gobiernan digan que perte­ne­cemos a la élite del continente.

Cuarto. España. Este festival no representa a España, sino a una cadena de televisión (TVE), y lo que está en juego sería si acaso el prestigio de la misma, que por otra parte -y duele decirlo- es 0 patatero, con lo cual tampoco se pierde mucho.

Quinto. Expertos. El Sr. Uribarri lleva en el tema de Eurovisión muchos años (demasiados, quizá) y nunca ha sido lo bastante ho­nesto para decir: “Qué canción más mala llevamos, con esto no pa­samos del puesto 15”. Siempre vendiendo antes de la carrera las exce­lencias de nuestros representantes, para a continuación, apenas terminada la ronda de votaciones de cada festival, quejarse -como los malos futbo­listas- de la actuación del árbitro. Y eso que en aquellos tiempos, las votaciones se realizaban por jurados que presuntamente tenían 'conoci­mientos téc­nicos' sobre la ma­teria.

No valen excusas. Ahora que quien vota es (según dicen) el pú­blico, a través de SMS, quedamos clasificados igual de mal o peor que antaño, lo que demuestra que no necesitamos 'expertos' de ninguna clase para semejantes bodrios, y que de hemeroteca puede tirar cualquiera para informar de cuántas veces ha ganado cada país el festival, o de cuántos votos de media nos suele dar Canadá (y eso que Canadá de momento nunca ha participado).

En fin, que me parece muy bien el chiki-chiki. Y que es una pena que 'por exigencias del guión' haya tenido que alterar la letra de varios versos, metiendo morcilla en inglés, para más INRI.

Y visto lo visto: ¿Quién dijo que no hay censura en las democracias occidentales?

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