Poema de la mediocridad
Yo nací, como todos, pobre y frío,
un domingo cualquiera de verano;
me arrojaron al mundo, y en mi mano
no pusieron ni un pan, sólo el vacío.
Nací para ser piedra, o tal vez río,
nací llorando ya, desde temprano,
y temo que mi llanto será en vano
lo mismo que es en vano mi albedrío.
Yo nací con el gris por compañero,
con la mediocridad como estandarte,
con el dolor anónimo en las venas.
Yo nací sin timón y sin sendero,
sumido en un silencio que me parte
los sueños de cristal que soñé apenas.
© Ballester, 2005
Otro poema
Empiezo otro poema, uno de tantos
como el que estrena un bolso o una corbata.
No sé aún de qué va, sobre qué trata,
si de ausencias, de amores o de llantos.
Cuántos he escrito así, cuántos y cuántos
hermosos, mas con alma de hojalata.
Hay algo cada noche que maniata
las imposibles notas de mis cantos.
Empiezo otro poema, pero intuyo
que una vez más tendrá como destino
el implacable cesto de papeles.
Porque el verso final ya está en camino
hiriendo lo profundo de mi orgullo
con su sordo rumor de cascabeles.
© Ballester, 2000
Tiempo de recoger
De repente te vas, y dejas todo
sin concluir, a medias, mal atado.
Te vas, te desenchufan, y no has dado
a tus cuentas pendientes acomodo.
De repente te marchas, y no hay modo
de enmendar los errores del pasado.
Estás vencido y solo y acabado
tirado en el arcén, en un recodo.
De repente la luz se debilita
y todo lo que fuiste te lo quita
esa súbita huida hacia el abismo.
Tiempo de recoger, de apresurarte
mientras la vida juega su descarte
y lo que aquí te dejes es lo mismo.
© Ballester, 2001
martes, 8 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario