lunes, 7 de abril de 2008

Reseña teatral

Se viene representando estos días en Madrid (ignoro hasta qué fecha), un nuevo montaje de "Usted tiene ojos de mujer fatal", interpretada por Fabio León, Antonio Espigares y Lara Dibildos en sus principales papeles.

Reconozco que la información previa al estreno me resultaba bastante confusa, porque tenía toda la pinta de ser una reposición de la que pusieron en 2001. Hasta el cartel anunciador, con ilustración de Mingote, era prácticamente idéntico al de aquél, cambiando únicamente los nombres de los actores, así como el del teatro en que tiene lugar la puesta en escena. Y en Internet la situación no ayudaba mucho a esclarecer la incógnita. Se limitaban a hacer una reseña, más que una verdadera crítica del estreno que tuvo lugar en Málaga. La noticia aparecía por cierto en bastantes páginas web, por aquello de que actuaba la hija de Laura Valenzuela, pero como casi siempre, la información pasaba de unas páginas a otras, sin ser sometida a controles de veracidad de ninguna clase.

Pero en fin, como un jardielista de pro no se debe perder ninguna puesta en escena, compré un par de entradas y me fui con mi esposa (que es ya una verdadera inciada en el jardielismo) al teatro Muñoz Seca. Y con el tiempo muy justito, pues fuimos creo que los últimos en llegar -como es tradicional en todo varón que va acompañado de una mujer hermosa y atractiva-, la primera conclusión que saqué al entrar en la sala fue que el público era en general bastante mayor. En efecto, se veía poca juventud, y quizá un porcentaje no pequeño de ese público estaba allí más que por Jardiel, por ver a Lara Dibildos.

Aunque la sala del teatro Muñoz Seca no tiene gran interés desde el punto de vista arquitectónico, me sorprendió gratamente que a ambos lados del patio de butacas habían colgado láminas con caricaturas de Jardiel. El programa de mano, ojeado bastante por encima debido a la premura del tiempo, me pareció escaso y sin apenas detalles de interés, y además en seguida me entró por los ojos un incomprensible gazapo consistente en afirmar que la comedia era una adaptación de la novela “Amor se escribe sin h”, cuando en realidad lo es de “Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?” Para colmo le añadieron un folleto comercial (creo de una inmobiliaria), supongo que para co-financiar en parte el espectáculo.

Un detalle muy de agradecer fue que, para amenizar la espera, unas voces de hombre y de mujer 'disparaban' por megafonía algunas de las geniales frases de Jardiel, contenidas en su libro “Máximas mínimas”, y lo que es aún mejor, se leyó -también por megafonía- el monólogo “Cuentos y chismes del oficio”, que por desgracia se representa poco por las tablas de los teatros. Hubo quien escuchaba con atención y quien no, pero ya digo que es de justicia reconocer que fue un buen detalle por parte de la empresa.

Y al fin dio comienzo la obra en sí, con un número musical de presentación bastante simpático y bien ejecutado: por cierto, los decorados, magníficos, como era de suponer habiendo sido diseñados por el incombustible Mingote. El vestuario, muy vistoso y sensual, resaltando la belleza y las piernas de todas las actrices. Los actores, casi todos dieron la talla: Fabio León resultó un estupendo Oshidori, cosa nada fácil al ser quien lleva todo el peso de la obra; Antonio Espigares cumplió con el personaje de Sergio, Lara Dibildos hizo una más que aceptable Elena, y Rosa Valenty se lució sobradamente en una magistral interpretación de Adelaida, la amante inconformista. No estuvieron a la altura, sin embargo, la actriz que hace el personaje de Francisca, secretaria llorona y masoquista, a quien a mi juicio le quedaba un poco grande el papel, y tampoco el actor que hacía de chófer argentino, que, no sé bien por qué, me resultó algo deslucido.

Lamentablemente se debe anotar en la parte negativa la mutilación del texto y en consecuencia la supresión de algunos personajes, en especial varios miembros de la familia Pantecosti: así, Arturito, el chico deportista con cara de galápago, cuyos parlamentos son todo un ejemplo de estulticia e insustancialidad, y sobre todo Roberto
Pantecosti, un tipo tan sordo que hay que escribirle todo en un papel para que se entere. En fin, una pena que nos escamoteasen a uno y a otro, porque los personajes secundarios muchas veces enriquecen las comedias tanto o más que los principales.

En cualquier caso, me pareció que el espectáculo había merecido la pena. Os lo recomiendo a todos los que vivís en Madrid o los que tengáis la posibilidad de acercaros por la ciudad, eso sí, mientras la obra aguante en cartel, que esperemos que sea mucho, por el bien del teatro.

Juan Ballester

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