jueves, 10 de abril de 2008

Tipología del soneto (I)

Concepto y características formales del soneto

Según la preceptiva tradicional, el soneto es una composición poética que consta de catorce ver­sos en­de­ca­síla­bos distri­buidos en cua­tro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En cada uno de los cuartetos ri­man en consonante entre sí los versos primero con cuarto, y segundo con tercero [ABBA], lo que se denomina rima abra­zada, manteniendo el segundo cuarteto las mismas dos con­so­nancias que el pri­mero. En los terce­tos, por su parte, pue­den intro­ducirse dos o tres conso­nancias diferentes, sin que nin­guno de los versos pueda que­dar blanco o suelto, y sin que puedan rimar entre sí tres versos con­se­cu­ti­va­mente. La fórmula más usual de agrupar la rima de los ter­cetos, en el caso de dos conso­nancias, es [CDC DCD], y, en caso de tres conso­nan­cias, [CDE CDE].

La anterior descripción coincide poco más o menos con la definición que ofrece el Dicciona­rio de la Lengua Española en su actual redacción. Sin embargo, este concepto clásico de soneto ha ido suavizando algunas de sus reglas definitorias con el transcurso de los siglos (y sobre todo gra­cias al Modernismo), de tal manera que se han escrito sonetos que poco o nada conservan de su concepción tradicional, y que sin embargo nadie duda de calificar como tales. Así, los que carecen de rima o riman en asonante, los que no tienen catorce versos, los de arte menor o escri­tos en versos distintos del endecasílabo, los de cuartetos de rima cruzada (según esquema [ABAB]), etc. De hecho, son tantas las posibilidades teóricas que ofrece esta manifestación poé­tica desde el punto de vista de su estructura formal, que resulta prác­ti­camente im­posible descri­birlas todas.
Debido precisamente a la capacidad camaleónica para renovarse constantemente que presenta el sone­to, algunos recopiladores y antólogos han tenido la tentación de considerar como tales a cual­quier clase de poema que tenga catorce versos (y más aún si se trata de endecasílabos). Cree­mos no obstante que el calificar a un poema como soneto es algo que va más allá de simples cues­tiones numéricas, o incluso de la voluntad de su autor en denominarlo así. Y aunque siempre ha­brá ejemplos que se encuentren más o menos rozando la borrosa frontera que separa el elegante soneto del resto de los poemas, lo razonable sería en esos casos optar por un criterio restrictivo.

© Juan Ballester

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