Ni siquiera entraba la luz en la memoria
como tampoco llegaba a los recuerdos.
Blancas sábanas de un blanco polvoriento
cubren los ojos de la mirada del pasado.
La ventana, entumecida en su desuso,
bosteza a medias con sus labios de madera,
desperezando un suspiro lastimero
un sol lejano a todo cuanto allí reposa.
La vieja mecedora, chirriante, de la abuela
y el baúl de viaje, visitador de la nada,
muebles borrachos de ausencia, corroídos y olvidados,
con restos, en los cajones, de inconfesables vivencias.
No quise abrir la ventana para que el gélido viento
no fuese a entrar, vehemente, a robar las telarañas
tejidas por los minutos del crematorio del tiempo
que convierten en tesoros los segundos del olvido.
© Ana Álvarez (Khala)
lunes, 18 de agosto de 2008
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