TEMÁTICA DEL SONETO
XI - Soneto naturalista (III)
* Los árboles
+ En general
Columpia el rumoroso airón de tu follaje,
canta al pasar el céfiro, ruge si el noto cierra,
afiánzate en el firme regazo de la tierra,
sé a los aludes reto y al pájaro hospedaje.
Presta color y pompa al tétrico paisaje,
rompe el contorno vago de la empinada sierra,
y que la débil planta que a tu poder se aferra
te enflore y te revista con opulento traje.
Yérguete como símbolo glorioso de la vida
y surjan de tu fronda selvática y tupida,
en aves y renuevos, matices y murmullos.
Haz que la savia ascienda vigorizando el brote
y sigue dando apoyo, cuando la racha azote,
a hiedras vacilantes y a jóvenes capullos.
(Enrique González Martínez: A un árbol)
+ El álamo
No al reverbero del radioso día
fuiste forjado: de la noche santa
tú eres el árbol, tu follaje canta
con un tremer de azul melancolía.
A tus hojas de plata se confía
de la luna el fulgor y en ti se encanta
del ruiseñor la trémula garganta
en tus brazos derrocha su armonía.
Ama el arroyo reflejar tu fronda
que, trepidante en plácido aleteo,
cual níveos copos, sin cesar se agita,
y en los temblores de la inquieta onda,
lucir, vibrar y esfumarse veo
tu belleza en la sombra que palpita.
(Ángel Mª Garibay K.: El álamo)
+ El ciprés
Ciprés doliente que la paz pregonas
de los sepulcros que amoroso escudas,
vibrar yo siento las plegarias mudas
del himno augusto que a la muerte entonas.
Ni epitafios, ni cirios, ni coronas
valen sobre las lápidas ceñudas
cual las que tú, de tus cortezas rudas,
lágrimas perfumadas desmoronas.
Ciprés, yo envidio la suprema calma
con que la muerte y el dolor protejes
mientras se agita rumorando el viento,
y, al contemplarte tan erguido, siento
ansias inmensas de que tú me dejes
entre tus frondas exhalar el alma.
(Ángel Mª Garibay K.: El ciprés)
* * *
Enhiesto surtidor de sombra y sueño,
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza,
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales;
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
(Gerardo Diego: El ciprés de Silos)
+ La palmera
¡Talle nocturno y sombra despeinada!
Clamor de signo y aire, signo apenas
de una playa de mirtos y sirenas,
espuma el talle y la melena alada.
¡Oh signo y norma de esta tierra anclada!
Esbelta ninfa, viento y mar estrenas,
caracola de lirios y azucenas,
de estrellas y alga verde coronada.
Nada perturba tu desnudo anhelo
ni tuerce la flexible primaver
con que susurras por llagar al cielo.
Erguida y llameante vas ligera
hasta el más alto azul, huyendo al suelo
para decir tu nombre de palmera.
(Juan Chabás: Palmera)
* Las estaciones
+ La primavera
Ven, Primavera: del invierno cano
Las tristezas ahuyenta y los horrores,
Y bellos ramos de olorosas flores
Vierte en la tierra con propicia mano.
A tu influjo se puebla el aire vano
De insectos y de pájaros cantores;
Luce el prado su manto de colores,
Que esmalta el sol, de mundos soberano.
Todo renace y vive: el bosque umbrío,
El valle, el monte, el murmurante río
Do moja el ala golondrina inquieta;
Y aun yo, que a la vejez doblé la frente,
¡Oh Primavera! al respirar tu ambiente,
¡Dadme una lira! -exclamo: -¡Aún soy poeta!
(José Lamarque: En los primeros días de primavera)
* * *
Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.
Eres la primavera verdadera:
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.
¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!
Mi corazón recojerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...
(Juan Ramón Jiménez: Primavera)
+ El verano
Llegó la sed y entró por todas partes
con su aliento de fiebre ya esparcida,
viviendo trópico y sudando vida,
llegó la sed y entró por todas partes.
El arroyo agoniza, sin más artes
que su estrofa de nube consabida,
y hay en la tierra dura, dolorida
quejumbre de acabados estandartes.
La cigarra crepita y ese arcano
fastidio de lijar todo el verano
sincroniza la tarde de congojas.
Y a una ráfaga de alas ya muy flojas
festejará en la rama, como hermano,
el vegetal aplauso de las hojas.
(Tomás Díaz Bartlett: Estío)
+ El otoño
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
¡Qué noble paz en este alejamiento
de todo: oh prado bello, que deshojas
tus flores; oh agua, fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
Encantamiento de oro! ¡Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la escelsitud de su verdad divina.
(Juan Ramón Jiménez: Otoño)
+ El invierno
Redondo el sol en el fanal del frío
dora al campo desnudo débilmente.
En su orfandad el álamo no siente
la estrechura del viento. Yerto, el brío
de un chopo se levanta junto al río,
y un avefría en soledad reciente
brinda su pecho blanco a la corriente.
Lejos, sobre la sierra, el neverío.
Terco, el ruido del agua resilencia
la soledad y dobla la mirada.
Se oye a la sangre su rumor más tierno.
Lejano silba un tren. Brota la ausencia
y con dulce fatiga enamorada
viaja mi corazón por el invierno.
(Alfonso Moreno: Enero)
martes, 2 de junio de 2009
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