martes, 29 de septiembre de 2009

El sapo y la princesa

¿A qué puedo aspirar, pobre de mí, batracio,
sin suerte y sin fortuna, en pos de una princesa?
¿A qué, si apenas quedan manjares en mi mesa,
si vivo en una choza en lugar de un palacio?

¿Qué puedo pretender, yo, despreciable rana,
desde mi humilde charco, húmedo e insalubre?
Si apenas tengo un techo y un trapo que me cubre,
¿cómo puedo soñar con ser feliz mañana?

¿Cómo intento alcanzar, -yo, simple animalucho-,
un baluarte sagrado, un territorio hostil?
¿Cómo puedo urdir planes, ser tan abyecto y vil,
qué hechizo me ha embrujado, a qué demonio escucho?

¿Qué hago escribiendo versos, negando que soy sapo,
a una mujer que incluso ignora este tormento?
¿Cómo soy aún tan necio de creer en el cuento,
que ha de bastar un beso para volverme guapo?

Me he de quedar sin habla, chapoteando en el lodo,
fantaseando en secreto con salones y alfombras
hasta que poco a poco me devoren las sombras
y todo lo que quede sea un recuerdo, todo.

© Juan Ballester

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